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Se quemaron los panes

Un cordial saludo a todos mis queridos lectores.

Leí una historia hace mucho tiempo, y la misma quedo grabada en mi mente y hoy quiero compartirla con Ustedes, y dice así:

“Era yo apenas un niño pero recuerdo una noche en particular que marco para siempre mi vida. Mi mamá, después de un largo y arduo día de trabajo, preparó la cena. Nos sentamos a la mesa, y en la misma había habichuelas rojas, arroz, carne, guineos y unos panes quemados los cuales estaban justamente al frente de donde estaba sentado mi papa.

No podre olvidar que yo estaba esperando a ver si alguien se daba cuenta de lo que había sucedido con los panes, sin embargo, aunque mi padre lo había notado, agarro un pan, miro a mi madre y sonrió. Me pregunto cómo había sido mi día en la escuela. Verdaderamente yo no recuerdo que le contesté, pero sí recuerdo verlo untándole mantequilla al pan y comiéndoselo todo.

Cuando me levanté de la mesa, recuerdo haber escuchado a mi mamá pedirle disculpas a mi padre por habérsele quemado los panes. No olvidare nunca que mi papa le dijo: “Amor mío, me encantan los panes quemados”. Ya a la hora de irme a la cama, fui a despedirme de mi padre y a darle un beso de buenas noches y le pregunté: ¿Papa es cierto que te gustan los panes quemados? El me sentó en sus piernas y poniendo su brazo alrededor mío me dijo: “Hijo mío, tu mamá ha tenido un día muy fuerte, con mucho trabajo, termino muy cansada y además, un pan un poco quemado no le hace daño a nadie”.

Que inteligentes y sabias fueron aquellas palabras del padre, por eso dije al comenzar que cuando leí esta historia se me quedo muy grabada en mi mente, y fue para mí una enseñanza y un ejemplo a seguir para siempre pues aprendí a ver el lado positivo de la vida y de las cosas que nos suceden en la misma.

Mis amigos, Nuestras vidas están llenas de cosas imperfectas y personas imperfectas, porque el único perfecto es Dios, es el único que no comete errores. Lo cierto es que a través de los años he aprendido que si tenemos un limón, no podemos tomarnos su zumo porque es demasiado asido, pero si le agregamos a ese zumo un poco de agua, unas cucharadas de azúcar y un poco de hielo, podremos tomarnos una sabrosa y refrescante limonada. Con el tiempo yo aprendí que cuando uno acepta los defectos de cada uno de nosotros y decide celebrar cada una de las diferencias de los demás, es una de las cosas más importantes para crear una relación sana y duradera. Además las imperfecciones y los errores de los demás así como los nuestros, serán lecciones para nosotros, y de ellos tenemos que aprender para así crecer en nuestras vidas.

Termino con los Versículos 21 y 22 del Evangelio de San Marcos que dicen: “Lo que sale del hombre es lo que le hace impuro, decía, porque del interior de su corazón salen los malos pensamientos”.

Hasta la próxima y muchas bendiciones para todos.

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