Nueva York. – Llantos, declaraciones subidas de tono sobre cómo seduce el expresidente Donald Trump (2017-2021), acusaciones de su exabogado y largos alegatos han marcado algunos de los momentos clave del histórico juicio penal contra el magnate en Nueva York.
Desde el miércoles el jurado de doce personas cumple su función principal, analizar los 22 testimonios y 300 pruebas expuestas en el mes y medio de juicio y determinar si son suficientes para determinar que Trump -acusado de falsificar documentos para silenciar a una actriz porno y proteger su carrera presidencial en 2016- es «culpable» o si las pruebas no son suficientes.
El jurado está en una sala sin sus teléfonos, en la que la única tecnología que tienen es un ordenador -sin wifi- para poder consultar las pruebas.
Si desean volver a uno de los testimonios, le pasan una nota al juez, suena una campana en la sala principal, y una vez que las dos partes dan el visto bueno a la petición, las taquígrafas judiciales reinterpretan la conversación entre los testigos y los abogados.
La última oportunidad de la Fiscalía y la defensa de llevar a su terreno al jurado fue durante sus alegatos finales el martes, jornada que duró más de once horas.
El trabajo de la defensa era convencer a al menos un miembro del jurado de que no hay indicios suficientes para incriminar a Trump, o de que el testigo estrella de la Fiscalía, Michael Cohen -que fue abogado y mano derecha del exmandatario- es un mentiroso y que fue pagado por Trump por un trabajo legal y no para reembolsarle los 130.000 dólares que pagó a la estrella porno Stormy Daniels.
Mientras que el de la Fiscalía era mucho más arduo, pues necesita persuadir a todo el jurado de que Trump es «culpable», razón por la que su representante, Joshua Steinglass, alargó más sus alegatos.
Sin perder la energía en ningún momento, Steinglass repasó con detalle todo el juicio e hizo hincapié en que la firma de Trump -quien ha sido descrito por exempleados como un hombre meticuloso con sus pagos- está en nueve de los once cheques con los que se pagó a Cohen.
Así como en una nota de Allen Weisselberg, entonces director financiero de la Organización Trump, sobre cómo se le pagaría a Cohen por el dinero que gastó para comprar el silencio de Daniels.
Cohen, que no pudo evitar un rictus de desazón los cuatro días que estuvo en el estrado, fue sin duda el testigo clave de este caso, ya que apuntó con sus declaraciones a Trump como el que le había pedido que hiciera el pago a la actriz porno para que no dijera nada antes de las elecciones y cómo más tarde, ya asentado en el Despacho Oval, le reembolsó.
Durante su interrogatorio, la defensa intentó quebrarlo acusándola de mentiroso, mal abogado, ladrón y antitrumpista por despecho, pero Cohen consiguió mantener la calma, aun cuando reconocía los trapos más sucios de su currículo.
Llamó la atención el lujo de detalles con que la actriz, guionista y directora de cine adulto Daniels describió cómo fue el encuentro sexual entre Trump y ella en un lujoso hotel de Nevada en 2006, hasta el punto de que los presentes en la sala escucharon cómo el político republicano se vestía con un pijama de satén y era azotado en el trasero con una revista.
Desde el estrado también hubo lágrimas de nerviosismo -de dos exempleadas de Trump-, y hasta una tensa discusión entre el juez y uno de los dos testigos de la defensa, Robert Costello -un exfiscal federal que fue asesor legal, y luego crítico, de Cohen- por replicar y retar con la mirada al magistrado.
En la sala, coronada con un «en Dios confiamos», los periodistas miran con prismáticos cada gesto del exmandatario, que de ser declarado culpable podría ser sentenciado a libertad condicional o hasta un máximo de cuatro años de prisión.
Trump suele acudir a la corte con el ceño fruncido y rodeado de un séquito de políticos republicanos y sus hijos. Una vez en la sala, si el testimonio no le interesa, se recuesta en su silla y cierra los ojos.
No obstante, el magnate ha recalcado en sus redes, que no se queda dormido, sino que cierra sus «hermosos ojos azules» para escuchar «intensamente y asimilar todo».
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