Henry Molina.
Siempre se ha dicho que el nuestro es un país presidencialista. Para el dominicano promedio, el jefe de Estado es el máximo referente de todo lo que acontece en la nación.
Blanco de todas las críticas por los problemas del país, receptor de hasta la más nimia de las demandas, considerado el responsable casi exclusivo de todo lo bueno y malo que acontece, el Presidente es, para la sociedad dominicana, lo más parecido a Dios en la tierra.
Esta concepción todopoderosa del presidente hace que su gestión devenga en un sistema de relaciones diverso y complejo.
Los deberes constitucionales del presidente requieren de una intrincada red de interacciones con numerosos actores políticos y de la sociedad.
En su gestión, el presidente establece relaciones directas con todos sus ministros y viceministros, con la cúpula del Poder Judicial y el entramado completo del Poder Legislativo.
El presidente debe interactuar estrechamente con los presidentes de las empresas públicas y con las autoridades municipales. También se espera que mantenga nexos con los principales dirigentes de la oposición política y, por supuesto, con los directivos de su propio partido.
En el ámbito de la sociedad, el presidente establece vínculos aún más complejos que van desde las cúpulas de los gremios empresariales hasta los jerarcas de las iglesias y los directivos sindicales.
Finalmente, están las relaciones internacionales que empiezan por los jefes de estado e incluyen a los principales funcionarios de organismos internacionales.
El universo relacional de la gestión presidencial viene cargado de las propuestas y solicitudes de cada uno de los actores políticos y sociales que interactúan en el mismo. Aunque el presidente sea el centro de dicho universo, la compleja realidad de la sociedad requiere de la participación del todo el equipo de gobierno para aportar las respuestas y soluciones adecuadas.
Es cierto que tenemos una mentalidad presidencialista, pero la realidad reclama el esfuerzo de todos para solucionar los problemas de la nación.