Defiendo la vida, no promuevo el aborto y eso es osadía.
Protejo los derechos humanos y eso es virtud.
Demando los derechos de la mujer y eso es atrevimiento.
Exijo los derechos de las pobres y eso es terrorismo.
Reclamo el 4% y eso es atentado.
Solicito educación sexual y eso es desacato.
Promuevo el uso del condón y eso es irreverencia.
Oriento sobre los métodos anticonceptivos y eso es inmoralidad.
Pido a Promese Cal que venda anticonceptivos y preservativos y eso es una quimera.
Denuncio la epidemia de niñas y adolescentes embarazadas y eso no se escucha.
Hablo de las escandalosas cifras de muertes por estar penalizado el aborto y eso no le importa a nadie.
Imagino cuántas muertes maternas podrían evitarse con anticonceptivos oportunos y lloro con amargura.
Recuerdo cómo los anticonceptivos existen desde finales de la década de los cincuentas, y eso para las niñas y mujeres pobres es una utopía.
Sé que no vender anticonceptivos y preservativos provoca la muerte de niñas y mujeres pobres, y eso no lo oye Promese Cal.
Observo con estupor que el Gobierno es ciego y sordo ante las demandas de las niñas y mujeres pobres y eso parece no tener ninguna consecuencia.
Sueño lo imposible, que República Dominicana respete el derecho de las pobres a métodos anticonceptivos de calidad y al despertar siento que es posible.
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