Bruselas.- A principios de marzo, mientras Europa avanzaba en su campaña de inmunización contra el coronavirus entre dudas y retrasos, un perfil de Twitter sobre una vacuna lograba el ‘check’ azul que verifica su identidad digital. Se trata de la rusa Sputnik V, la última de las armas del Kremlin para ganar la batalla del relato a Occidente sobre la respuesta a la pandemia.
“Hay una campaña mediática organizada en la UE atacando Sputnik V a diario y politizando su aprobación. La explicación es simple: las farmacéuticas y los ‘lobbies’ políticos tienen miedo, saben que Sputnik V es una de las mejores vacunas del mundo”, compartió este miércoles el perfil.
Destacan, por ejemplo, que Rusia ha inyectado las dos dosis de la vacuna a 5,2 millones de ciudadanos, más que Alemania (4,3 millones) y otros países de Europa, aunque olvidan mencionar que Rusia también tiene 144 millones de ciudadanos, casi el doble que Alemania, y va a la cola del continente en proporción de población inmunizada.
Mientras que muchos políticos e incluso medios de comunicación tienen una etiqueta que avisa al tuitero de que se trata de cuentas vinculadas a un Gobierno, los más de 276.000 seguidores de @sputnikvaccine no pueden saber de un vistazo que se trata de un perfil asociado al Kremlin a través del Fondo Ruso de Inversión Directa.
Según la herramienta de análisis de redes sociales SocialBlade, consultada por Efe, la cuenta ha logrado 123.638 seguidores en el último mes, un periodo en el que ha compartido 341 mensajes (más de diez al día), un 32,2 % más que en las cuatro semanas anteriores.
La cuenta comparte todos sus tuits en inglés, con mensajes destinados a una audiencia internacional, y enlaza artículos de medios muy variados, aunque siempre con mensajes favorables a su fármaco.
Según explica a Efe la investigadora de Elcano Mira Milosevich, una de las líneas en común entre los medios del ecosistema del Kremlin es señalar la “predisposición hostil” de instituciones europeas a rechazar la Sputnik V, así como criticar a altos funcionarios, como el comisario Thierry Breton, que cuestiona que Europa necesite el fármaco.
EUvsDisinfo, el proyecto bandera de la diplomacia europea para monitorizar la desinformación rusa que afecta a la UE, señala que la pandemia de coronavirus es ya el tema más común en las campañas de desinformación rusas desde que comenzaron a recopilar datos en 2015 y cuentan ya con 200 casos documentados sobre la vacunación.
La campaña de Rusia «se centra en destacar las vulnerabilidades de Occidente (…) Todas las dudas de AstraZeneca no las han creado los rusos, ellos simplemente las amplifican. No es el único factor que amenaza la campaña de vacunación en Europa, pero sí va a contribuir a la divulgación de las dudas”, abunda Milosevich.
Desde el Consejo Europeo de Relaciones Exteriores, la investigadora Joanna Hosa señala que un perfil como el de Sputnik V, “gestionado de forma informal”, es probable que gane muchos más seguidores. La cuenta le recuerda, dice, a la que manejaba Donald Trump, que denunciaba que los principales medios europeos publican noticias falsas.
También David Stulík, experto de Kremlin Watch, advierte de que se trata de una campaña “peligrosa” al “socavar la confianza pública en las instituciones europeas y promover sus propias narrativas”. “Puede que veamos un malestar público creciente que lleve a la escalada de choques políticos en la UE y en países concretos”, predice.
La carrera por el relato no culminará cuando lo hagan las respectivas campañas de vacunación o cuando se dé por terminada la pandemia y se evalúe quién lo hizo mejor. “Es una batalla continua de narrativas (…) Las campañas de desinformación no son victorias definitivas, es mantener una continua crispación y confrontación”, recalca Milosevich.
Stulík coincide con esta visión: no cree que Rusia vaya a imponer su visión a largo plazo porque poco a poco se irán materializando los efectos positivos de la campaña de vacunación europea, más efectivos a la hora de convencer al público que la propaganda opuesta en redes sociales.
No obstante, advierte que los efectos de la desinformación rusa sobre la vacuna «dejarán un impacto negativo en forma de una confianza pública erosionada que no se puede reconstruir de un día para otro».
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