Cualquier país dependiente del turismo brinca del susto cuando alguna potencia se propone incordiar alegando condiciones negativas para la próspera continuidad del negocio. Estados Unidos, varias veces, nos ha pellizcado con falacias y mentiras o medias verdades, lo que condiciona como al perro de Pavlov a brincar ante cualquier anuncio de más bullying.
El día 6 un diario estadounidense reportó erróneamente que Washington aumentó su alerta para República Dominicana sobre inseguridad a nivel 2 de 4. Aquí la prensa lo repitió. Después que todos brincamos, resulta que es incorrecto; no hay ninguna alerta nueva sobre inseguridad. Seguimos en igual nivel que Costa Rica, Francia, Alemania, Brasil, España, Inglaterra y Chile.
Pese a la decencia y buena fe dominicana, muchas decisiones gringas sobre su relación con nosotros están muy influidas por activistas LGBTQ, racistas inversos, haitianófilos y sindicalistas. Que esos temas rijan su agenda explica su pérdida de liderazgo mundial. Comoquiera creo que es una urgente necesidad una acción público-privada, con lobbyismo efectivo, para evitar que la inconsecuencia de rolitas y resentidos siga ensañándose con nosotros. Y que acaben de enviar un embajador competente, plis.
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