A Torrijos nunca lo olvidaré por su chapuzón de medianoche vestido de faena militar en la piscina del antiguo Hotel Jaragua durante una visita a sus canchanchanes del PRD. ¿Y cómo olvidar la masacre gringa al invadir a Panamá para apresar a Noriega, el agente de la DEA y la CIA que quiso volar con alas propias? Desde su creación entre 1903 y 1909 por Estados Unidos, que apoyó su separación de Colombia, muchos olvidan que Panamá se había independizado originalmente de España en 1821. Ahora Trump dice que quiere la devolución del canal que Carter entregó a Panamá en 1976. Construido por Estados Unidos, es un patrimonio de la comunidad internacional en territorio panameño, administrado por una entidad autónoma según reglas que impiden su politización o aprovechamiento indebido o discriminatorio. La soberanía panameña es, como tantas realidades jurídicas, pura ficción, pues su Gobierno no puede legalmente disponer de ese activo tal si fuese un bien estatal. Esto lo sabe perfectamente Trump y dada su proclividad a la diplomacia transaccional, sus bravuconadas sirven dos propósitos: darle gusto a sus seguidores MAGA y preparar el terreno para lograr algún otro propósito o ventaja que es seguramente su real intención. Su pleito es con China no con Panamá. Nos conviene recordar que cuando pelean elefantes quien sufre es el suelo o quienes se entrometen.
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