En medio del desagradable espectáculo escenificado por la Comisión Nacional de Espectáculos Públicos y Radiofonía (en el que el máximo crápula de la radio y sus émulos ríen a mandíbula batiente), el público concurrente a esta escenificación, propia del gran teatro del absurdo y sus tres Poderes (que alterna la tragedia y la comedia, sin un entreacto para alimentar la esperanza); en medio del mordiente estupor que causa la escenificación de tan benigno “castigo”, flotan en la brisa marinera aquellos versos de Pedro Mir: “Este es un país que no merece el nombre de país, sino de tumba, féretro, hueco o sepultura”.
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