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Un giro inesperado en los conflictos internacionales

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De hecho, la mayor partida (65 de los 95 mil millones de dólares aprobados) está destinada a apoyar a Ucrania en la guerra contra Rusia.

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La guerra, como la política y la vida misma, tiene un carácter irremediablemente contingente. Cualquier hecho imprevisible, de menor o mayor envergadura, puede producir giros inesperados en el curso de ciertos acontecimientos que parecían encaminarse indefectiblemente en una determinada dirección. Eso acaba de ocurrir en el conflicto entre Israel y Hamás (Palestina toda, debe decirse), con repercusiones en la guerra entre Rusia y Ucrania, como resultado de una sucesión de eventos, unos encadenados a los otros, que nadie podía imaginar apenas dos o tres semanas atrás.

            Israel, que había concitado un gran apoyo internacional tras los ataques terroristas de Hamás el 7 de octubre del año pasado, comenzó a perder simpatía y respaldo alrededor del mundo por las atrocidades que sus fuerzas militares han cometido en la Franja de Gaza, sin que haya podido alcanzar ninguno de los objetivos que se había propuesto con su incursión en ese territorio, esto es, el rescate de los rehenes y la desarticulación de la estructura político-militar de Hamás. Lo que sí ha dejado la ocupación israelí en Gaza ha sido una inimaginable destrucción material, varias decenas de miles de civiles inocentes muertos, miles de heridos y mutilados, así como un millón y medio de personas en una situación catastrófica sin acceso a comida, agua potable y medicamentos.

            El desprestigio que estaba sufriendo Israel alrededor del mundo (lo sigue sufriendo) era de una magnitud que Estados Unidos tuvo que abstenerse, en lugar de vetar como era de esperarse, en una decisión del Consejo de Seguridad de la ONU que llamaba al cese al fuego y a la negociación. De hecho, todo parecía indicar que Israel tendría que cambiar de enfoque para poder seguir recibiendo el apoyo de sus aliados internacionales, entre estos Estados Unidos, la Unión Europea y varios países árabes, como Arabia Saudita, los Emiratos Árabes Unidos y Jordania. El gobierno de Benjamín Netanyahu estaba cada vez más aislado y sometido a críticas y presiones por todos lados, incluyendo de parte de amigos históricamente incondicionales de Israel.

            No obstante, un hecho hizo que, en cuestión de días, se produjera un giro inesperado en el desarrollo de los acontecimientos. En efecto, el 1 de abril Israel atacó un edificio en Damasco, Siria, en el que, se alega, se encontraba el consulado de Irán, en el cual resultó muerto uno de los comandantes de más alto rango de la Guardia Revolucionaria de Irán, entre otros miembros de dicha organización. Este acontecimiento le planteó un gran dilema al Gobierno de Irán: si no respondía el ataque de Israel se mostraría muy débil ante su sociedad, mientras que si optaba por una retaliación se exponía a que Israel, a su vez, lo atacara directamente con el objetivo de afectar ciertas capacidades militares que Irán necesitaba proteger. Al final, Irán decidió atacar con drones y misiles, si bien de manera puntual y limitada, que fueron repelidos exitosamente por Israel, lo que, a su vez, dio lugar a que Israel atacara a Irán, pero también de manera limitada. Puede decirse que ambos países jugaron sus cartas de un modo prudente para evitar una guerra de gran escala, pero esto no impidió que la dinámica de los dos principales conflictos internacionales en el presente (Israel-Hamás y Rusia-Ucrania) cambiara significativamente.

            Entre los hechos más notables que reflejan ese cambio están: primero, Israel logró un respiro, si bien momentáneo, en cuanto a las críticas internacionales por sus desmanes en Gaza, ya que el ataque de Irán generó otro tipo de preocupaciones en los países amigos y aliados de Israel, incluyendo los países árabes que están enfrentados a Irán. Desde esta perspectiva, Irán cometió un error táctico en atacar a Israel, pues lo que hizo más bien fue prestarle un salvavidas al Gobierno israelí que estaba con el agua al cuello como resultado de las críticas a las que estaba sometido en todos los rincones del mundo. Segundo, la amenaza de que el conflicto Irán-Israel escalara a nuevos niveles hizo posible que se generara una coalición de demócratas y republicanos en el Congreso de Estados Unidos para aprobar un paquete de ayuda que incluyó no sólo a Israel, sino también a Ucrania y Taiwán. De hecho, la mayor partida (65 de los 95 mil millones de dólares aprobados) está destinada a apoyar a Ucrania en la guerra contra Rusia.

            Antes del ataque de Irán a Israel se veía como muy poco probable que el Gobierno de Joe Biden obtuviera apoyo de los republicanos en el Congreso a su propuesta de ayuda a Ucrania. En este nuevo escenario se produjo una transacción política de la mayor importancia: un grupo de republicanos, encabezados por el presidente de la Cámara de Representantes Mike Johnson, decidió negociar con los demócratas en el Congreso y en la Administración para conseguir la mayoría necesaria en ambas cámaras legislativas a favor de un paquete de ayuda que incluyera a Israel. Como consecuencia, Ucrania, que se veía cada vez más en un estado de abandono por parte de sus aliados, recibirá una ayuda crucial que hará mucho más difícil que Vladimir Putin “se salga con la suya”, al menos en el resto de 2024. Por su parte, Israel también recibe una ayuda militar sustancial, aunque parte del paquete económico incluye asistencia humanitaria para Gaza. Igualmente, Taiwán recibirá ayuda para fortalecer sus capacidades militares, lo que no deja de ser una señal de Estados Unidos a China, así como a los países amigos en esa región como Japón y Corea del Sur.

            Este contexto ha producido efectos políticos en Estados Unidos, tanto en el lado demócrata como en el republicano. El aislacionismo trumpista, que parecía prevalecer en el Partido Republicano, recibió un duro golpe, ya que terminó predominando el ala más internacionalista y reaganista del Partido Republicano. Donald Trump, con la habilidad que lo caracteriza, se dio cuenta de la jugada y procuró salvar la cara diciendo que Ucrania era más importante para Europa, pero también para Estados Unidos, de modo que la decisión de ayudar a Ucrania no se viera como una derrota para él.

            Por su parte, Biden consiguió un importante triunfo político que le da ascendencia ante sus aliados europeos, además de calidad para exigirles más apoyo a Ucrania. Sin embargo, los jóvenes en las universidades élites de Estados Unidos, demócratas en su abrumadora mayoría, se han lanzado a protestar en los campus universitarios contra las atrocidades que Israel está cometiendo en Gaza, lo que le ha creado un verdadero dolor de cabeza a Biden y a los demócratas. Si no hay respuestas rápidas a esta situación, Biden está expuesto a perder el voto de los jóvenes y de los sectores más liberales de los centros urbanos, lo que implicaría perder las elecciones. Algo similar ocurrió a finales de los años sesenta cuando, en medio de las protestas juveniles contra la guerra de Vietnam durante el Gobierno de Lyndon B. Johnson, Richard Nixon ganó las elecciones de 1968. Paradójicamente, estos jóvenes podrían hacer que ocurra lo que desean precisamente Netanyahu y Putin, esto es, la vuelta al poder de no otro que Donald Trump.

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