Pocas veces se ha promovido en el país la lectura como un ejercicio lúdico en el que al tiempo que se aprenden mecanismo para mejorar las condiciones materiales de existencia, de la que hablara Carlos Marx, también contribuyen con la alegría y la felicidad de la gente.
Es lo que ahora se ha propuesto el escritor y matemático Dionicio Hernández, quien ahora debuta con una composición a ritmo de merengue en la que estimula a la gente de todas las edades para que asuman el libro como instrumento de educación y recreación.
Con acordes musicales que no tienen nada que envidiarle a los que han popularizado nuestros mejores exponentes del merengue, las letras de Hernández buscan despejar la errónea idea de que la lectura es aburrida, lo que es peor, el criterio de que leer es sinónimo de vagancia o de pérdida de tiempo, como viene pregonando la brutalidad que ha tomado cuerpo en todos los espacios dominicanos en los últimos años.
Los organizadores de las ferias de libros que se organizan en el país y el extranjero debieran ir procurando el disco compacto con los melódicos estribillos que expresan: “Esta es la fiesta/ la fiesta del libro. Estoy lleno de alegría./ ¡Ay, déjenme cantar! El libro está de fiesta/ y aquí se va a gozar./ Me habla de historias/ también de poesías/ ¡Ay, también de novelas! ¡Y de cuentos, qué alegría!”. Quienes realizan estudios sobre la criminalidad y la inseguridad que arropa la vida dominicana de hoy debieran realizar un estudio sobre la incidencia de la violencia entre las personas que tienen como hábito fundamental la lecturas de obras que además de las que refiere la estrofa citada, también hablan de ciencias, filosofía y religión, por solo referir otras temáticas. No nos cabe dudas de que la violencia entre la gente que lee es menor. Me gustaría ver el estudio sugerido.
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