Si algo urge en la sociedad dominicana es liberarnos de los obstáculos y acometer los desafíos de establecer las bases del desarrollo humano. La falta de cohesión y de sentido de propósitos que caracterizan el convivir dominicano no podrán ser confrontados exitosamente mientras la mayoría de nuestra población sea vulnerable y no cuente con un proyecto de sociedad al cual adherirse.
Tenemos que superar el reto del empleo, generar empleo decente, ese que por el efecto de la remuneración adecuada y el incremento del consumo se convierte en disparador de la economía y la productividad. Incrementar sustancialmente el empleo parecería ser solo responsabilidad del empresariado y los emprendedores, pero la experiencia indica que estos sólo son exitosos en aquellas naciones en las que un ritmo y proporciones adecuadas de inversión pública en sectores estratégicos sirve de pivote a la inversión privada. Con las restricciones fiscales actuales, el Estado dominicano no podrá cumplir adecuadamente ese rol. Esta situación confiere especial importancia al pacto eléctrico y al pacto fiscal.
Apremia también, resolver los problemas del sistema de seguridad social y salud. Se requiere una revisión de los atributos actuales de ambos subsistemas, de modo que la protección efectiva de la salud y la seguridad social alcancen profundos avances, acotando las condiciones de rentabilidad actuales de los operadores privados, pero manteniendo su interés estratégico en ambos sectores como destinos de inversión. Lo que no puede esperar más es la desprotección social y de salud. Este factor también requerirá ingentes inversiones públicas durante un largo plazo.
Necesitamos repensar nuestra estrategia en materia de capital humano. La inversión en educación pre universitaria ya alcanza niveles significativos, pero nuestra dotación de capital humano requerido para el futuro cercano y de mediano plazo es insuficiente y precaria.
Volveré sobre esta agenda.