Todos conocemos la parábola bíblica de “El Hijo Pródigo”. En ella se simboliza la bondad del hijo ausente, a partir de su decisión de retorno a la casa paterna. Si paralelamos esta parábola, podemos decir que un buen amigo, como el hijo pródigo, es aquel que vuelve voluntariamente al hogar donde una vez echó raíces de amistad. Máxime cuando su regreso no ocurre en situación menesterosa como el hijo pródigo, sino más bien generosa en gratitud, grandeza humana y perdón.
Así de grata, vivificante, reconfortante, oportuna y esperanzadora fue una visita que recibí la semana pasada. Sorprendente además, porque vino sin “amenazar” con visitarme, como ocurre con mucha gente que te llama un día (lo cual siempre agradezco), y al despedirse te dice con más pena que certeza: “Un día de estos voy a verte”… y te secas esperando ese día. Pero No, este hombre simplemente llegó a mi puerta, que de hecho, está siempre abierta para un buen amigo, y me iluminó el día y hasta la semana.
Hacía tiempo que no nos veíamos. Para ser sincero, así como cultivamos afectos también hemos tenido nuestras diferencias. ¡Sólo los hipócritas no las tienen! Y ni Él ni Yo pertenecemos a esa ralea. De hecho, su visita no anunciada reafirma su personalidad grande, su alto sentido de la amistad y sus afectos para conmigo. Y eso no puedo menos que corresponderlo a la altura de las circunstancias, con “la memoria del corazón”. Gracias Franklin Romero por volver a mi casa.
No sólo fue bueno verte, fue mejor aún compartir tus sorprendentes conceptos e ideas políticas sobre temas actuales del país, las cuales no conocía en ti. Siempre he admirado tu exitosa carrera como empresario artístico, tu espíritu innovador, tu capacidad de trabajo. Pero oírte aplaudir la Tanda Extendida como una gran transformación y felicitar al Presidente Medina por ello, fue muy bueno. Me hizo valorar un crecimiento importante en tu persona, ya no sólo como empresario, sino como ente social preocupado por tu país.
Pero lo que más me impresionó y convenció, fue tu propuesta sobre la necesidad de establecer por ley el “voto obligatorio”. Porque creo, como tú, que sería un gran espaldarazo a la transparencia e institucionalidad electoral, ya que así nadie podría vender ni comprar la voluntad de los ciudadanos y defraudar al sistema democrático y de elecciones. La compra y venta de votos se ha convertido en la forma de fraude electoral más común y degradante, porque no sólo manipula los resultados, sino que escamotea el poder de elección y la moral del ciudadano.
Gracias Franklin, nueva vez, porque una visita que además de ser grata siembra una idea fresca en tu cabeza, se transforma en una experiencia memorable que nos deja con las ganas de volver a repetirla.
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