SANTO DOMINGO, D.N.
24 de febrero, 2013.-
Señor
Danilo Medina,
Presidente de la República,
Su Despacho.-
Respetable Mandatario:
Mi padre llegó a Pedernales un día tortuoso del primer cuarto del siglo XX, de la mano de su tío Benino Pérez, luego de una crecida del Lago Enriquillo que inundó los predios agrícolas de sus progenitores. Tendría ocho o diez años (1918-1994) cuando lo metieron en el serón que vestía un mulo y lo cruzaron a través de la sierra del Baoruco hasta llegar a la llamada Sabana de Juan López, lugar de pasto de ganados que luego sería la capital de la provincia.
El día de su muerte a causa de un cáncer (14-05-1994), minutos antes de expirar, aconsejó a sus hijos e hijas que no robaran lo ajeno, y recordó: “Me estoy muriendo, he trabajado toda mi vida, he tenido muchas oportunidades y hoy me voy tranquilo… Nadie me puede señalar con un dedo”.
Ni imaginó que moría cancelado como oficial civil nombrado por Juan Bosch. Le pasaron factura algunos políticos del pueblo que durante muchos años no pudieron doblegarle para que expidiera actas falsificadas con fines electorales, matrimonios al vapor para propósitos inconfesables y alteraciones de nombres para engañar consulados o evadir la justicia. Durante varios meses, sus hijos le pagaron el salario debido al temor de que muriera de rabia al enterarse de la noticia tras 34 años de servicio público sin vacaciones y cuidando con celo extremo los bienes del Estado.
Don Curú (Juan Pérez hijo) era un consultorio ambulante de adultos mayores y jóvenes. Solidario y amigo como pocos, hasta que le insinuaban incumplir las leyes. Él abría y cerraba cada velorio. Acompañaba a cada enfermo, sin importar ideología. Y los productos de su organizado conuco de Los Olivares, los regalaba a familiares y amigos. Carecía de vocación para negociar. Ganaba 125 pesos al fin de sus días, pero mensualmente apartaba los dos o tres pesos de su madre, Irena, la que fabricaba velas, y alguna ayudita para algunos de sus hermanos más pobres que él. Pese a su gran popularidad en la comunidad, él nunca aspiró a diputado, ni a senador, ni a síndico, ni a alcalde pedáneo… Todos los partidos le ofertaron cargos electorales a sabiendas de lo que representaba. Nunca titubeó en rechazar las propuestas.
Por sus años de monteador sagaz (cazador de chivos y cerdos) que duraba hasta una semana con sus días y sus noches detrás de los cerdos y chivos cimarrones, conocía hasta el último resquicio de la cordillera y de ese sitio impenetrable y ahora tan apetecible que llaman Bahía de las Águilas. Sus ocho hijos e hijas siempre le escuchamos contar emocionantes historias de esos lugares; algunas de ellas puras leyendas tejidas al calor de las creencias mágico-religiosas de los sureños. A él le oí hablar por primera vez de la Bahía, La Cueva de Cabo Rojo, Cueva de Ginagoza, Bucancarángana, Bucanyé, Trullidé, Lanzasó… Nunca se vanaglorió de haber sido de los primeros en abrir a pico y pala el trillo de eso que llaman carretera Oviedo-Pedernales; ni de ayudar en la ubicación de las minas de bauxita; ni de sus servicios a la Cruz Roja, Correos, Tribunal de Tierras. Ni siquiera nos hablaba de ello.
Pese a que era un hombre de amplio arraigo y alta credibilidad en el pueblo, en ejercicio de funciones públicas donde se podía enriquecer sin mucho esfuerzo con lo ilícito, jamás se le ocurrió apropiarse de un metro de tierra del Estado; pero tampoco de un lápiz de la oficina. No lo hizo directamente; tampoco a nombre de sus hijos ni de las esposas de sus hijos; ni de particulares. Cuando el ciclón Inés, trasladó la Oficialía Civil para nuestra casa porque sabía que el zinc del local de las oficinas públicas no resistiría ni las primeras ráfagas. Allí operó hasta que años después el Gobierno construyó un edificio. Volvió con todos sus enseres porque “son del Estado”, mientras el Gobierno equipaba las otras dependencias, pues todo se había perdido “debido a las lluvias y al viento”.
Como Papá, otros viejos y viejas en Pedernales, lamentablemente muertos sin que les reconocieran en vida, ni promovieran sus valores. Como aquellos viejos y viejas, tenemos, hoy, muchos jóvenes y adultos. Solo que pisoteados por la politiquería. Ignorados por los dioses que, a través de los años, se han reciclado en el pueblo.
En nombre de esa gente, hablo y escribo. Por ella, he dedicado más de 25 años de periodismo en los importantes medios impresos y radiofónicos del país (como ejecutivo y reportero investigador) a reclamar atención para Pedernales y el resto del sur y la frontera. Sin pasar factura, sin aspirar a cargos electivos, sin apologías, sin ser bandera pirata de nadie, sin claudicar a los principios ideológicos de Bosch… sin cambiar de posición.
Por esa gente, en 1996, durante el primer Diálogo con el Presidente, por Teleantillas, en condición de pedernalense y director y locutor de Radio Mil Informando le pregunté al Presidente Leonel Fernández, mi exprofesor, qué haría con las aspiraciones de desarrollo de Pedernales y con la sustracción de las tierras con vocación turística. Con su parsimonia proverbial, se explayó explicándome que convertiría aquella provincia en “una tacita de oro”. Decenas de veces le reclamé lo mismo hasta el 16 de agosto del año 2012 cuando agotó su tercer período.
Presidente Medina, la verdadera conspiración contra el patrimonio nacional, conspiración que ahora a usted debe de avergonzarle, nació en el mismo Estado. Durante muchos años, interesados jugaron al cansancio y a la desesperación del pueblo. Lo apersogaron; le maltrataron el orgullo. El hospital hoy es un tollo. El desempleo es penoso. Las drogas crecen y crecen. La delincuencia, antes apenas perceptible, ahora amenaza con tragarse a la comunidad. La población, otrora compacta, luce con identidad debilitada y el orgulloso minado. Algunos políticos trabajaron intensamente para desnaturalizarla, enemistarla, dividirla, creando arrabales antes impensables para ser habitados por manadas de extraños con fines electoreros. Y así urbanizaron zonas del municipio cabecera que debieron ser consideradas estratégicas dada la colindancia con la frontera dominico-haitiana.
Los malos políticos hirieron de gravedad la dignidad de ese pueblo sureño. Con sus discursos plañideros, le inocularon el veneno de la conformidad y de la imposibilidad de levantarse sin la santificación de los dioses. Les han persuadido de que su pobreza será eterna sin su mano divina. El mejor ejemplo de esa manipulación perversa la tenemos ahora en la advertencia de que la “pobreza extrema” de Pedernales ha de esperar 50 años si no respalda el robo del siglo. No he oído mentira más monumental. Ni chantaje más vulgar.
Detrás de esa divisa pagada se esconde la apropiación ilegal no solo de Bahía de las Águilas y el resto del parque Jaragua. La red abarca lugares tan atractivos como la bahía, pero con más posibilidades de desarrollo a corto plazo, como los 17 kilómetros de playa desde Cabo Rojo hasta el mismo pueblo; la playa de Cabo Rojo, playa Blanca (Las playas de Bucanyé son tiernas, de arenas blancas, de escasa profundidad. Están a poca distancia de fuentes de agua potable y son muy asequibles para nativos y turistas). El chinchorro cubre también la apropiación de las pocas tierras cultivables de la Recta de Sansón por parte de influyentes que compraron un par de tareas con el fin de disimular su delito.
Presidente Medina, al desestimar el poder transaccional diabólico en que lo habían metido, usted solo ha dado el primer paso hacia la construcción de “la tacita de oro” que debería ser Pedernales. Es mucho lo que allí se puede hacer si en su gobierno se mantiene la voluntad de trabajar en pos de eliminar la pobreza sin bajarse los pantalones ante la corrupción. Usted tiene allá un representante, que es el gobernador Odalís Zabala. Lo ha nombrado porque –creo– le merece confianza. Ese funcionario debería ser una fuente ideal para usted enterarse de la realidad provincial, y para explorar las diferentes vías de modernización y desarrollo integral de la provincia. Pruebe ahora con él; conoce bien la “menéutica” de aquella comarca. Como conocedor del béisbol, usted sabe que cuando un gerente está insatisfecho con los servicios del manager y sus auxiliares en el terreno de juego, y el equipo está perdiendo, los cambia aunque sean estrellas y la prensa rechiste. Solo el gerente sabe si sus ejecutivos en el play han comenzado por ser leales, en tanto la lealtad es un valor que denota la grandeza y la dignidad del ser humano. Disculpe, señor Presidente, pero si por casualidad le han engañado, cambie el chucho porque, si no, le engañarán dos veces, y ya usted sabe qué repetía sobre el engaño su bujía inspiradora en la política dominicana, el profesor Bosch.
A partir de su histórica decisión, sé que lloverán los boicoteos a cualquier iniciativa gubernamental diferente, con el objetivo de satanizar a quienes, como usted, desde siempre asumimos una posición de rechazo al fraude. Si el Gobierno se dejara arrinconar por aquella montaña de intereses, entonces los pedernalenses se identificarían con quienes les han ofertado el caramelo envenenado de solución a su pobreza a partir de una estafa monstruosa contra el Estado. No les deje una brecha de justificación. ¡Manos a la obra!
En cuanto a mí, jamás he aspirado ni a alcaide de la fortaleza Enriquillo ubicada a la entrada del municipio. No aspiro ni aspiraré a ningún cargo electivo. Una vez me lo ofrecieron y la rechacé, ¿cierto Rodríguez Marchena? Contesté que sería incapaz de hablarle mentiras a mi gente, incapaz de regodearme en su pobreza para agenciarme una representación legislativa que al final solo mejoraría mi estatus socioeconómico. Que, en tanto periodista y planificador de la comunicación, prefería colaborar en la elaboración de algún plan de desarrollo sostenido de la provincia.
Así que, por favor, no vea este desahogo como una necedad de un desafecto al Gobierno; ni como una bocanada de resentimiento de un aspirante a legislador frustrado; ni como un exabrupto de un provinciano herido porque no le dieron un trozo del pastel de la bahía. Véalo como una alerta de un periodista ansioso, como el que más, de ver a su provincia en pleno bienestar; jamás edificada sobre la zapata putrefacta de la corrupción y el crimen organizado. Porque ya tenemos suficientes espejos en los cuales mirarnos en otros lugares de nuestro querido territorio.
Sé de los riesgos que corro con este atrevimiento. Tirarán rayos y centellas. Me negarán mi origen por considerarme sombra política, no sabiendo lo lejos que estoy de ello. Hasta frustrados ingenieros y médicos enganchados a comentaristas todólogos me llamarán perverso, en actitud propia de quienes carecen de argumentos. Y no me sorprendería si algunos me agredieran. En tal caso, alguien aparecería para cobrar la factura. Pero ese alguien valdría mucho más que una manada de mercenarios.
Me despido, señor Presidente, con el mayor respeto, reiterándole mi disposición a acompañarle en cualquier plan de desarrollo sostenible de mi provincia y el resto de la región sur y la frontera, siempre que no medie el latrocinio y el enriquecimiento de unos cuantos bajo el discurso demagogo de sugestión a la gente pobre para convertirla en frente de presión contra el patrimonio público.
Tony Pérez, periodista.
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