En un proceso único de secularización en Latinoamérica, Uruguay transformó sus feriados religiosos en laicos, reflejando una profunda separación entre el Estado y la Iglesia desde principios del siglo XX.
Uruguay, un país pequeño pero singular en Latinoamérica, se destaca por una decisión tomada hace más de 100 años: eliminar del calendario oficial la Navidad y otras festividades religiosas, reemplazándolas por celebraciones laicas. Desde 1919, la Navidad es conocida como el Día de la Familia, el Día de Reyes como el Día de los Niños, la Semana Santa como la Semana de Turismo, y el Día de la Virgen se convirtió en el Día de las Playas.
Esta transformación fue parte de un amplio proceso de secularización que Uruguay emprendió a finales del siglo XIX y principios del XX, convirtiéndose en un caso de estudio para académicos de todo el mundo. Este movimiento comenzó en 1861, cuando los cementerios, controlados por la Iglesia católica, pasaron a manos del Estado. Le siguieron leyes como la obligatoriedad del matrimonio civil antes del religioso en 1885, la eliminación de crucifijos en hospitales públicos en 1906, y la abolición de la enseñanza religiosa en escuelas públicas en 1909.
El líder detrás de esta transformación, el presidente José Batlle y Ordóñez, implementó políticas que moldearon el Uruguay moderno. Para Batlle, la libertad y la justicia eran los valores fundamentales que debían guiar al país, distanciándose de la influencia clerical.
A pesar de estas reformas, la Navidad sigue siendo una festividad ampliamente celebrada en Uruguay. Las calles se adornan con árboles navideños y luces, aunque sin belenes en espacios públicos, reflejando el carácter laico del Estado.
Uruguay también lidera en América Latina en cuanto a personas sin filiación religiosa. Según el Pew Research Center, un 37% de los uruguayos no se identifican con ninguna religión, lo que lo convierte en un caso “atípico” en la región, donde el promedio de personas sin religión no supera el 20% en otros países.
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