Dicho desde este espacio en mas de una oportunidad, las redes sociales constituyen el más amplio y acabado exponente de la libertad de expresión puesta al alcance de todos los ciudadanos para que puedan emitir sus opiniones sobre los temas que más directamente le atañen, suscribir críticas y hacer propuestas.
Ha sido a través de las redes que hechos punibles, tanto acciones delictivas como abusos de autoridad, incluyendo el testimonio visual e irrebatible de las tan abusadas y frecuentes “ejecuciones extrajudiciales”, que no encuentran justificación ni siquiera en los casos en que la hoja de vida de las víctimas muestra un amplio listado delictivo. Son hechos que, de no haberse puesto al descubierto por usuarios alertados, habrían pasado inadvertidos y arropados de impunidad.
Pero no siempre ocurre así. Lamentablemente resulta muy tenue y fácil de trasponer la línea que separa la libertad del libertinaje. Esta es la otra cara, la fea y negativa, de las redes sociales, cuando elementos desaprensivos, alienados mentales en unos casos, enajenados morales las más de las veces hacen uso irresponsable de tan importante herramienta de ejercicio democrático.
Es cuando se usa la misma para insultar, calumniar, manchar reputaciones, lanzar acusaciones a vuelo sin la menor prueba de aval, sembrar discordia, mentir sin el menor recato, servir intereses espurios, convertirse en bocinas y cajas de resonancia contratadas y pagadas de campañas difamatorias. Pero además, para difundir las llamadas “fake news”, las noticias falsas.
El riesgo que estas entrañan, que tal como resalta Adriano Miguel Tejada, en su Antes Meridiano de este día en Diario Libre, pudiera llegar al punto de generar consecuencias catastróficas, al censurar con sobrada razón el hecho de que elementos desaprensivos, en forma culpablemente irresponsable, estén difundiendo la falsa versión de que en el país hay casos de coronavirus que son ocultados al público por las autoridades sanitarias.
Incuestionable, como señala Tejada, el negativo valor de difusión multiplicada de dicha versión que llega hasta los más distantes rincones del planeta, afectando sobre todo los intereses de la importante industria turística y de todas las distintas actividades productivas en que incide, y por consiguiente del país en general. La falsa posibilidad de contraer el virus en el país ahuyenta tanto el deseo de los vacacionistas y visitantes extranjeros como el de los inversionistas de recalar en suelo dominicano.
Dado que se trata de un comportamiento recurrente por parte de quienes se dedican a propalar estas falsas informaciones, como de quienes hacen uso de las redes sociales para otros fines ajenos al uso responsable de las mismas, insistimos en la necesidad de regular su uso.
La libertad de expresión tiene sus límites. Estos están claramente establecidos en la ley que regula su ejercicio a través de los medios de comunicación. Las redes sociales han pasado a formar parte de estos. Y por consiguiente, sus normas deben ser también de aplicación para las mismas, y no seguir disfrutando como hasta ahora de patente de corso para hacer uso irresponsable y dañino de las mismas.
Recibe las últimas noticias en tu casilla de email