El descanso tras laborar es algo tan necesario que está incluido entre las prescripciones de las principales religiones. Tras la revolución industrial y el cambio socioeconómico que significó pasar de relación laboral entre maestro y aprendiz a la de patrón y obrero, la reglamentación de horarios y otros aspectos instituyó las vacaciones pagadas. Hoy nadie discute que el ocio es necesario para restaurar fuerzas, recomponer ánimos y dedicar tiempo a placeres o meditaciones que impide el tráfago de andar currando. Sin embargo, pese a ser nuestro país un destino turístico con ofertas para todos los gustos y presupuestos, es difícil que cualquier político, desde regidores hasta ministros o el mismo presidente, acostumbre a tomar al menos anualmente algún periodo de descanso, alejado del trabajo. Por eso es tan refrescante, especialmente tras los veinte años del PLD, que el presidente Abinader dedique tiempo a vacacionar con su bella familia, que estuvo opuesta a su reelección. La humanización de la función de jefe de Estado, distinto al endiosamiento al gusto de caudillos o líderes eternos, fortalece a la democracia al mostrarnos a los gobernantes como ciudadanos encargados temporalmente del mando. Me alegra pues que doña Raquel y sus tres hijas vacacionen con su Luis, excelente dominicano que han prestado a la nación para liderarla.
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