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Venezuela: El Dedo Del Embajador

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El pasado jueves, a pocas hora de la esperada llegada del huracán María, el periódico Hoy divulgó una larga entrevista con el embajador del gobierno de Nicolás Maduro en el país, como invitado al Almuerzo Semanal del Grupo de Comunicación Corripio. Durante la misma, el enviado diplomático dio evidencia de un gran capacidad para hacer juegos malabares sobre la trágica situación por la que atraviesa el país bolivariano. Un penoso e inútil intento por desfigurar la realidad. Para utilizar una expresión muy conocida trató de “tapar el sol con un dedo”.

Lamentablemente para el señor embajador y su gobierno, por muy grueso que sea su dedo ni aún usando los cinco de cada mano, hay manera de justificar lo que está a la vista y a conocimiento de todos, y el rechazo creciente que han generado las continuas ilegalidades en que ha incurrido Maduro con el cada vez más evidente propósito de mantenerse aferrado a un poder cuyo ejercicio hace rato que carece de toda legitimidad.

Apelando a un abusado juego de palabras, el señor embajador aseguró que en su país “no hay presos políticos, sino políticos presos”. Una calificación que difiere mucho de la que le otorga la mayoría de los países democráticos y reconocidas figuras internacionales, inclusive del propio campo socialista.

Obvió mencionar que son más de 600, y naturalmente, no hizo la menor referencia a los ciento y tanto largo número de ciudadanos asesinados por la soldadesca y los cuerpos represivos por ejercer el legítimo derecho a la protesta. De ejemplo comparativo, sirve la que, si bien con otros objetivos, lleva a cabo aquí la Marcha Verde, casi semana tras semana, sin que se haya producido una sola víctima, lo que marca una neta distinción entre una sociedad democrática y otra que, cada vez más, incrementa sus niveles de intolerancia y represión.

Para el señor embajador de Maduro los más de 22 mil venezolanos que han llegado al país en los últimos tiempos, no encontraban razón para abandonar el suyo debido al grado de pobreza por el que se ha deslizado este, ni la profunda carestía que arrastra de alimentos y medicamentos sin solución de continuidad en tanto la obstinada postura de su gobierno, en el inútil propósito de disimular esa penosa realidad, se niega a aceptar la ayuda humanitaria que se le ha ofrecido y que tan desesperadamente requiere el pueblo venezolano.

Se lamenta el diplomático de que su país apenas produce el 30 por ciento de los alimentos que consume y se entera ahora de que es necesario diversificar su economía, dependiente en más de un 95 por ciento del petróleo. Obvia reconocer, que eso debió haber hecho el gobierno chavista con un mínimo de sentido común, cuando entre 1999 y 2014, recibió por sus exportaciones de crudo la increíble suma de 960 mil 589 millones de dólares.

En vez de utilizar sabia y previsoramente, parte de esos cuantiosos recursos en diversificar la base productiva de un país tan bendecido por la Naturaleza y que en gran medida continúa en estado virgen, en particular la agricultura, ganadería y el turismo, entre otros, dispendió esa inmensa riqueza en practicar el clientelismo, sostener la desplomada economía de la fracasada dictadura castrista, proyectar la imagen y la influencia de su mesiánico líder a nivel continental y satisfacer la escandalosa codicia de figuras y favoritos del gobierno, que hoy forman la acomodada clase que los venezolanos llaman “boli-burgueses”. Paradójicamente su odiado rival, los Estados Unidos, han sido el refugio, hoy congelado para algunos, de esas cuantiosas fortunas.

Tampoco le quita el sueño el hecho de que Venezuela registre el más elevado índice de homicidios, ni Caracas sea considerada la ciudad más peligrosa del orbe, porque según su alegre interpretación de esa penosa estadística, delincuencia la hay en todos los países.

No parece asimismo, estar enterado de que bajo el gobierno de Maduro, el país registra el más alto índice de inflación a nivel mundial ni el de mayor decrecimiento económico. Una situación que encuentra explicación en la situación de PEDEVESA, que mientras en 1988 producía 3 millones 500 mil barriles de petróleo con poco más de 40 mil empleados, ahora produce un millón menos con una nómina de 140 mil. ¡3 veces y media más¡ En adición, la nacionalizada empresa tiene que dedicar buena parte de esa producción a pagar los cuantiosos créditos facilitados por China Continental, mientras arrastra deudas por casi 110 mil millones de dólares, que superan con mucho el valor de sus activos.

De las graves denuncias de vinculación de algunas de connotadas figuras de gobierno con el narcotráfico internacional, incluyendo el sobrino de la I Dama, sorprendido con las manos en la droga, tampoco parece enterado el honorable embajador. Por lo visto ni lee la prensa, ni oye radio, ni ve televisión, ni usa la Internet por lo que al parecer vegeta en un completo estado de ignorancia.

Quizás por ese profundo nivel de desinformación es que leyendo su entrevista más lució el representante de una nación próspera y feliz y un gobierno exitoso y democrático, que el de un país sumido en una penosa y profunda crisis política, social y económica bajo el peso de una autoridad cada vez más arbitraria y abusiva, capaz de las mayores ilegalidades y atropellos, que marcha por el camino del despotismo.

Una Venezuela de sombrío futuro, cuya única y posiblemente última y definitiva carta de salvación y de orillar un destino cruento y doloroso, pudiera estarse jugando en suelo dominicano. Para lograrlo se requiere partir de una base real con sinceridad y sin distorsiones. Esto será posible si Maduro no insiste en jugarlo con cartas marcadas como ha venido haciendo hasta ahora. Con una gran dosis de duda pero con los dedos cruzados, deseando que ocurra el casi milagro de que sea así por el bien de ese hermano pueblo con el que nos unen tantos lazos históricos y de fraternal amistad.

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