Vía Contraria: Siendo humano

Descubrí que estoy envejeciendo porque ya empiezo a ver más a fondo la esencia de las cosas, a leer la cotidianidad con unos catalejos que traspasan el mundo de la seudoconcreción, captando la realidad por dentro.

En este ejercicio vital crece mi conciencia acerca de lo efímero, que lo es todo. En mi poco más de cuatro décadas de existencia he visto altares hechos polvo, íconos desplomados, figuras convertidas en añicos, devoradas por el tiempo que –en la visión borgeana- es una suerte de tigre de cuyo zarpazo mortal nadie se escapa.

He vivido el ocaso de gigantes, entes casi omnipresentes, personas arropadas por la fama, que dictan las modas y los modos, pero nunca se percataron de que sus pies eran de barro ni que sufrirían una caída aparatosa.

Sus esquirlas sólo sirven hoy para ser pisadas  porque en realidad no construyeron un legado. Se quedaron anclados en el inmediatismo, el fulgor de la fama cortoplacista, el aplauso que encadila y la adulación que envilece.

Descubrí que envejezco porque me ha dado por hacer un ritual diario: domeñar el ego antes de salir a las calles para interactuar con mis semejantes, entendiendo que –como soy un formador de opinión pública- la verdad está fragmentada y es necesario unir sus partes para proyectarla al público sin estafarle con simples apariencias.

Los años sirven para distinguir  de lejos el antifaz ovejuno de los lobos, apercibirse de que la misma humana define el entorno de ciertos pontificados del mundo social, político, económico, empresarial, profesional, sindical, comunitario.

Descubrí que envejezco por la fascinación que siento al construir pequeñas cosas, con mi bajo perfil, y por proponerme cada día hacer algún tipo de aporte solidario, un reconocimiento al otro, un espaldarazo al prójimo para que avance, un impulso a los cansados en medio de la cuesta, una palabra de aliento a quienes ven todo oscuro.

¿Y qué pasó? ¿Me he vuelto predicador? No. Es que estoy siendo humano.

Twitter: @viktorbautista