Ciudad de México.- Más allá de sus canciones y sus películas, el legado de Vicente Fernández, «El rey de la música ranchera», recae en sus aportaciones a la emocionalidad del mexicano.
«Hay un legado de educación emocional, él no lo inventa pero logra su permanencia en varias generaciones, no solo es la música ni el cine, todas sus letras educan emocionalmente a la gente, es el heredero de José Alfredo Jiménez», asegura en entrevista con Efe el crítico de cine, periodista y docente Gerardo Gil.
«Lástima que seas ajena», «Volver, volver», «Hermoso cariño», «Por tu maldito amor», entre muchas otras canciones, delinearon y exportaron cómo se vive el amor, el dolor, el arrepentimiento y el despecho en México a través de las letras del cantante fallecido este domingo después de estar hospitalizado varias semanas.
Un ídolo del pueblo, un hombre fuerte, duro, arraigado a sus orígenes, pero a la vez sensible y humilde, envuelven la imagen de la masculinidad mexicana cuya dualidad vivía no solo en lo físico del charro mexicano, sino en los tonos de su impecable voz.
«Es una combinación interesante, un intérprete que a todas luces es un tipo muy decidido, bragado y valiente, pero que al mismo tiempo es capaz de quebrarse por sentimientos que son interiores y que parecerían un tanto ocultos, pero que podía seguir siendo un personaje orgulloso», relata a Efe el crítico musical Noé Mercado.
Para Mercado, esta capacidad interpretativa de Fernández y la buena elección de su repertorio, lo conectaron de forma íntima con su audiencia, que estaba dispuesta a ser parte del «ritual» reflexivo de sus canciones en cada presentación.
«Su música generaba casi un ritual con el público, no es música que se escuche en frío, te permite tratar ese interior no necesariamente de juerga, sino de introspectiva para recordar los viejos amores, las traiciones», comenta.
NECESIDAD DE UN ÍDOLO
El Charro de Huentitán tiene en su repertorio más de 100 álbumes musicales, más de 300 canciones grabadas y alrededor de 37 películas de las cuales fue productor de al menos 22 títulos.
Si bien la respuesta ante la pregunta de que si el «Sinatra de la música ranchera» era buen actor o no es poco precisa, es ineludible que su trabajo en el cine fue parte importante de su carrera y que su buena interpretación lo llevó a trabajar con directores de la talla de José Estrada, Alberto Mariscal o Rafael Villaseñor Kuri.
«Vicente Fernández llega en un momento en el que la industria fílmica y musical mexicana necesitaba la creación de ídolos», asegura Gil, quien confiesa que Fernández está a la altura de íconos mexicanos como Pedro Infante, Jorge Negrete o Javier Solís.
Según relata el crítico, Chente fue «una bocanada de aire fresco» en un cine que se encontraba en decadencia después del auge de la Época del Cine de Oro.
«Hay una serie de metaficción de los personajes que él interpretaba y lo que de alguna manera él significa para la gente: venir de la nada, alcanzar el éxito, pero no perder la sencillez, eso tiene que ver con la psicología y aspiraciones profundas del mexicano», considera Gil.
Aunque Fernández se convirtió en el fiel retrato del macho mexicano con sus virtudes y sus defectos, no fue el primero en crearlo.
«Él no inventa al macho mexicano, sabe explotar esa imagen, adopta o asume el arquetipo y lo hace muy bien, hay que tener a la gente en su contexto y en ese contexto está esa imagen que él asume», apunta Gil.
EL ÚNICO PATRÓN
Gerardo cita el libro «El tigre: Emilio Azcárraga y su imperio Televisa» (2000) al mencionar la anécdota del día en que Fernández rechazó una propuesta de trabajo al hombre más influyente de medios de comunicación mexicana.
«Azcárraga Milmo lo invitó a hacer una telenovela y Fernández aceptaría, pero el único requisito era ser el productor y que se asociara con Televisa, a eso Azcárraga le contestó: Televisa no tiene socios, y Fernández le dijo: Vicente no tiene patrones», recuerda.
Si bien no realizó telenovelas, Fernández fue la voz de los temas principales de diversas producciones con canciones como «Esos celos» y «Para siempre», ambas escritas por Joan Sebastián.
Con la ausencia de Fernández queda un hueco muy grande por llenar en la música mexicana.
«Su presencia ayudó a desarrollar una etapa musical contemporánea, pero de manera icónica y legendaria es una partida importante, aun cuando queden figuras de este género», finaliza Mercado.
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