Tel Aviv.- La madrugada del sábado, mientras unos 3,000 jóvenes israelíes bailaban al ritmo de música electrónica en un festival en el desierto, milicianos de Hamás llegados desde Gaza irrumpieron armados hasta los dientes, masacraron a 260 personas y secuestraron a varios más, en el que es el episodio más sangriento de esta nueva guerra.
Sobre las 06:30 de la mañana del sábado, con los primeros rayos del sol, las alarmas antiaéreas y el sonido de los cohetes lanzados desde Gaza obligaron a parar la música del festival Tribe of Nova y mandaron a correr a los asistentes.
Ayer, cuando los servicios de emergencias israelíes lograron acceder al lugar, encontraron 260 cuerpos sin vida y rastros de una matanza sin precedentes.
El evento tuvo lugar a en las afueras del kibbutz Reim, ubicado a menos de diez kilómetros de la valla de separación que atravesaron cientos de milicianos del movimiento islamista Hamás, desencadenando una guerra que ha dejado ya más de 900 muertos y 2.600 heridos en Israel y al menos 560 fallecidos y 2.900 heridos en Gaza por los bombardeos israelíes de represalia.
«Estaba en la fiesta, pasando el rato con mis amigos y sobre las 06.30 escuchamos las sirenas por los misiles que venían desde Gaza. Intentamos salir de la zona de la fiesta pero entendimos que muchos terroristas habían venido a masacrarnos», relata a Efe Gal Raz, israelí de 31 años, desde su vivienda en las afueras de Tel Aviv.
«Intentamos escapar, pero la ruta estaba bloqueada por autos cuyos pasajeros habían sido asesinados por los terroristas. Vimos muchos cuerpos», agrega el joven, que desde entonces casi no sale de casa y que, ante el llamado del Ejército para alistarse a la reserva, explicó que no sentía estar en condiciones de servir.
Raz, que con los primeros cohetes y el ruido de disparos se separó del amigo con el que había acudido, decidió entonces escapar rumbo al sur con otro grupo de israelíes, pero a pocos metros dieron con una emboscada de milicianos palestinos que abrieron fuego contra el vehículo en el que viajaban.
«Logramos escapar pero el coche se detuvo y tuvimos que seguir a pie», narra. Su plan entonces fue correr a la comunidad más cercana, a seis kilómetros, pero sus familiares les informaron de que Hamás había tomado el control de varias localidades cercanas y les sugirieron esconderse entre la maleza.
Allí permaneció junto a cuatro personas, acostado y con la cabeza junto a la tierra, viendo pasar a milicianos a pocos metros de donde estaba, durante las ocho horas que tardó en llegar el Ejército. Fue en ese momento cuando pudo observar a través de su celular un vídeo en el que veía a su amigo, Avinatán Or, siendo secuestrado y llevado a Gaza junto a su novia, Noa Argamani, imágenes que se viralizaron rápidamente en las redes sociales.
Desde entonces conviven en el la tristeza, la desesperación y la furia. Si bien expresa frustración por la lenta reacción de las fuerzas de seguridad israelíes, su ira apunta contra las milicias palestinas: «Después de lo que hicieron el sábado, Hamás y la Yihad Islámica Palestina deben dejar de existir».
«No solo se llevaron a Avinatán y a Noa, se llevaron a madres, mujeres embarazadas, niños, personas mayores. Sólo vinieron a causar pánico y desastre a nuestra gente», cierra Raz, que se ha sumado a una campaña para presionar por la liberación de las más de 100 personas capturadas por Hamás.
Entre la incontable cantidad de israelíes que buscan desde el sábado a sus seres queridos sin obtener respuesta, está Daizy Moshe, cuyo hermano menor, Oz Moshe, no ha dado señales de vida desde que intentó escapar del mismo festival.
Esa madrugada, el joven de 24 años se comunicó con su hermana por videollamada mientras huía del ataque tras haber recibido tres disparos: uno en una pierna, uno en el pecho y otro en la espalda.
«Estuvimos en contacto durante unos 15 minutos, se escuchaban los disparos y las explosiones de fondo y Neomí, su novia, hablaba con los servicios de emergencias para que le dijeran cómo ayudarlo», narra en diálogo con Efe Daizy.
«En un momento él me dijo que le habían disparado a la chica que conducía y ahí comencé a escuchar gritos desesperados, seguidos de una ola de disparos. Luego fue todo silencio. Estuve 10 minutos en la llamada, en silencio», cuenta, con la voz rota y recién llegada del funeral de Neomí, cuyo cuerpo fue identificado ayer por una muestra de ADN.
Tras no recibir información sobre su hermano, Daizy viajó junto al resto de su familia rumbo al lugar del festival para intentar encontrarlo.
«No encontramos su auto, su cuerpo, nada. Vimos muchísimos coches destruidos y cuerpos por todos lados. No hemos hallado tampoco a sus amigos, creemos que están todos muertos o secuestrados, pero la única información que recibimos es lo que vemos en televisión», añade.
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