Si es cierto aquello de la reencarnación, en mi próxima vida me gustaría ser perro callejero, pues uno se ahorra muchas cosas: preocupaciones económicas, votar cada cuatro años, reprimir instintos naturales (por razones falsamente éticas y sospechosamente morales), pagar casa, transporte, diversiones, salud, educación, ropa y calzado, alcanzar la felicidad del amor con demasiados trámites y promesas, bañarse, cepillarse y peinarse, etcétera, etcétera… (Ser perro callejero es un gran salto reivindicativo, aunque haya que cargar unas cuantas pulgas y soportar de vez en cuando un par de patadas y mentadas de madre).