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2013: una nueva oportunidad

Rosario Espinal

Rosario Espinal

Desde que era chiquita, y de eso hace muchos años, recuerdo el afán con el agua y la luz. En aquella época no abundaban las cisternas ni los inversores, y se usaban tanques cementados para recoger agua lluvia. Para iluminar, se utilizaban lámparas de gas y velones hasta en lujosas mansiones.

De tiempo en tiempo mejoraban los servicios, y después de un par de años volvían a empeorar. Cuando el precio del petróleo subía, el país oscurecía por los largos apagones financieros.

En busca de comodidad,  mucha gente comenzó a instalar cisternas e inversores, y los más pudientes adquirieron también plantas eléctricas. Así se normalizó la vida, a tal punto, que muchos edificios de clase media alta y alta tienen actualmente planta propia. Ha sido la solución particular al fracaso institucional.

Luego vino el otro eslabón del problema. Para llenar las cisternas se necesita agua de la ciudad, y para cargar los inversores electricidad regular buena parte del día. Con ambos servicios deficientes, la solución particular ha sido parcial.

Entre parche y parche, el pueblo dominicano se ha acostumbrado a vivir con precariedades de servicios básicos, totalmente injustificadas en un país catalogado de ingreso medio en mediciones mundiales, y donde a decir del gobierno, hay tanto progreso y tanta clase media.

Y hay más. Como en el país la corrupción abunda como yerba mala, mucha gente se roba la luz, entonces los que pagan reciben un servicio más caro. Pero hasta a eso se ha acostumbrado el pueblo que no protesta para lograr cambios.

Veamos ahora los impuestos. El PLD se ha embarcado en un proyecto para integrar de manera clientelar la mayor cantidad posible de dirigentes y activistas de partidos políticos. Para subvencionar toda esta gente, el gobierno necesita amplios recursos. Para generarlos, ha tomado mucho dinero prestado y ha realizado varias reformas tributarias para cubrir déficits acumulados.

Esas reformas han permitido recolectar dinero para que el Fondo Monetario Internacional (FMI) certifique el jueguito, y así el gobierno acceder a más préstamos con tasas de interés moderadas. En el mercado local, la tasa de cambio se ha mantenido relativamente estable y la inflación controlada. Es lo que se conoce como estabilidad macroeconómica.

Esa estabilidad es necesaria pero no suficiente para el bienestar de la gente. Se necesita también que la economía cree más puestos de trabajo en el sector privado (no botellas en el Estado) con salarios adecuados, y que el gobierno sea más eficiente y priorice mejor el gasto público para que los servicios sociales como educación y salud sean verdaderos salarios complementarios para las capas medias y bajas.

Mientras reine el clientelismo y la corrupción no habrá muchos cambios positivos en República Dominicana. La gente seguirá políticamente abobada esperando el maná prometido por los políticos, pero su bolsillo se resentirá, las remesas no serán suficientes para compensar los bajos presupuestos familiares, y se hace más difícil emigrar por la crisis económica mundial.

Un factor clave que tornó la sociedad dominicana políticamente abobada fue la frecuencia de elecciones, que en un sistema clientelar genera expectativas de cambio para beneficio personal, pero opera en contra de un mejoramiento real de los servicios públicos por el cortoplacismo de las respuestas gubernamentales.

Ahora, con elecciones cada cuatro años, quizás la gente despierte de su letargo y luche por un mayor bienestar.

El 2013 ofrece mejores condiciones para alcanzar cambios positivos por una razón: el gobierno necesita gestar legitimidad porque tiene un largo cuatrienio por delante.

 

 

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