SANTO DOMINGO.- La cadena de aumentos de precios a nivel internacional no ha cesado.
Es parte de las secuelas de la pandemia COVID-19, una crisis sanitaria que ha dejado a su paso destrucción.
Sin que se derriben edificios, sin balas, bombas, terremotos ni maremotos, este fenómeno silente ha sido más dañino que cualquier disturbio natural.
La afectación de la producción, los cambios en los #patrones de consumo, los cambios radicales en la demanda en una economía global que intenta recuperarse, mantienen arriba los precios de los combustibles, los commodities, la materia prima.
Las secuelas se siguen sintiendo en el transporte marítimo: escasean los barcos, los fletes tardan y sus precios están por las nubes.
El mundo está en una convulsión de precios altos y al país esto le pega muy duro.
Pagaremos localmente un combustible mucho más caro porque ya las finanzas públicas no resisten más absorción de costos para no afectar a los hogares, a la gente.
Sin dudas, esto tendrá un impacto inevitable en toda la cadena de precios.
Es en medio de este huracán económico que viene una reforma tributaria, al parecer también inaplazable.
Lo peor que nos puede pasar es que se trate de un nuevo parche fiscal, regresivo, injusto y que caiga encima a la clase media. Sería una real tragedia.
De todos modos, los tiempos nos indican que necesitamos cohesión, una unión monolítica para cruzar este Rubicón juntos, pues nada sería peor que un país dividido en medio del apocalipsis económico. Es un temporal que nos toca
La cadena de aumentos de precios a nivel internacional no ha cesado.
Es parte de las secuelas de la pandemia COVID-19, una crisis sanitaria que ha dejado a su paso destrucción.
Sin que se derriben edificios, sin balas, bombas, terremotos ni maremotos, este fenómeno silente ha sido más dañino que cualquier disturbio natural.
La afectación de la producción, los cambios en los patrones de consumo, los cambios radicales en la demanda en una economía global que intenta recuperarse, mantienen arriba los precios de los #combustibles, los commodities, la materia prima.
Las secuelas se siguen sintiendo en el transporte marítimo: escasean los barcos, los fletes tardan y sus precios están por las nubes.
El mundo está en una convulsión de precios altos y al país esto le pega muy duro.
Pagaremos localmente un combustible mucho más caro porque ya las finanzas públicas no resisten más absorción de costos para no afectar a los hogares, a la gente.
Sin dudas, esto tendrá un impacto inevitable en toda la cadena de precios.
Es en medio de este huracán económico que viene una reforma tributaria, al parecer también inaplazable.
Lo peor que nos puede pasar es que se trate de un nuevo parche fiscal, regresivo, injusto y que caiga encima a la clase media. Sería una real tragedia.
De todos modos, los tiempos nos indican que necesitamos cohesión, una unión monolítica para cruzar este Rubicón juntos, pues nada sería peor que un país dividido en medio del apocalipsis económico. Es un temporal que nos toca
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