¿En qué país vivimos? ¿Cómo encontrar explicación al rechazo de comunidades y la indiferencia de las alcaldías a la construcción de rellenos sanitarios para remediar el problema de la basura en las áreas urbanas y suburbanas, y eliminar con ello los principales focos de contaminación ambiental, mientras les parece normal el funcionamiento de los vertederos y nada se hace para cerrar esas inmundicias?
¿Cómo entender la movilización de organizaciones empresariales y comunitarias de Haina, el municipio probablemente más contaminado del país, a la creación allí de un relleno diseñado con todas las referencias modernas en el manejo de desechos, si allí funciona un vertedero sin control alguno, una refinería, plantas de agregados, depósitos de carbón a cielo abierto e industrias no sujetas a regulación estricta en materia ambiental? ¿Qué puede extraerse del poco interés de los ayuntamientos del llamado Gran Santo Domingo a analizar la factibilidad de una administración económica y ecológica de los desechos sólidos, mientras el vertedero de Duquesa, en plena ciudad, enferma a la población y pone en peligro la navegación en el más importante aeropuerto doméstico, e internacional también, sin hacer absolutamente nada para eliminar ese foco peligroso de contaminación e insalubridad?
Tal vez la explicación sea, lo que ya muchos sostienen, que los vertederos son un negocio demasiado lucrativo para ponerse a discutir soluciones a los problemas que ellos provocan. A fin de cuentas la basura es parte del paisaje de nuestras ciudades y pueblos, sin que a muchos les importen los olores y la ofensa que significa vivir entre montones de basura en que se han convertido muchas calles y barrios de nuestro país.
La real amenaza al medio ambiente, no es la actividad minera sino el irresponsable y lucrativo negocio de los vertederos, algunos manejados por ex funcionarios municipales.
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