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Año que Chile vivió peligrosamente

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Imagen del terremoto que sacudió Chile en febrero

SANTIAGO DE CHILE.- El trágico terremoto que sacudió Chile en febrero determinó la suerte del país en el año de su Bicentenario, con cambios políticos de gran trascendencia y una vigorosa recuperación económica, y que tuvo su colofón en un final feliz escrito por 33 mineros.

En 2010, año de su Bicentenario, Chile vivió dos acontecimientos que conmocionaron al mundo entero: el terremoto en el centro-sur del país, que dejó más de medio millar de muertos, y la tragedia de los obreros atrapados en una mina del norte, que despertó la expectación internacional y concluyó felizmente.

A estos dos sucesos se sumaron la huelga de hambre que mantuvieron durante casi tres meses una treintena de comuneros mapuches acusados de delitos cometidos en el marco de la reivindicación de sus tierras ancestrales, y las protestas de sectores damnificados por el terremoto ante la lentitud de los trabajos de reconstrucción.

La llegada de Sebastián Piñera a La Moneda, que en marzo puso fin a dos décadas de gobiernos de centroizquierda, coincidió con el repunte económico tras la crisis de 2009, que permitirá al país crecer en torno al 5,4 por ciento, pese a los 30.000 millones de dólares en pérdidas causadas por la tragedia de febrero.

2010 arrancó en Chile con uno de los acontecimientos políticos de mayor trascendencia de las últimas décadas: el candidato de la derechista Coalición por el Cambio, Sebastián Piñera, derrotó en la segunda vuelta de la elección presidencial al aspirante oficialista y ex gobernante, Eduardo Frei Ruiz-Tagle, lo que permitió que la derecha llegara al poder democráticamente por primera vez en más de medio siglo.

Apenas un mes después, ocho regiones del país se estremecieron con el quinto mayor terremoto registrado por los sismógrafos en toda la historia. Eran las 3:34 de la madrugada del 27 de febrero cuando comenzó un movimiento telúrico de 8,8 grados Richter que duró 2 minutos y 45 segundos y liberó energía equivalente a 100.000 bombas atómicas como la de Hiroshima en 1945.

El terremoto y el tsunami posterior -del que no alertaron oportunamente los servicios de emergencia civiles y militares- causaron 521 muertos, dañaron medio millón de viviendas, dejaron dos millones de damnificados y pérdidas por valor de 30.000 millones de dólares.

Como en otras ocasiones, los triunfos deportivos mitigaron el dolor: la clasificación de Chile para la Copa Mundial de fútbol se transformó en una suerte de catarsis colectiva.

De la mano del entrenador argentino Marcelo «El Loco» Bielsa y una joven selección, Chile obtuvo el boleto para Sudáfrica con uno de los mejores desempeños de su historia al quedar en segundo lugar de Sudamérica, sólo superado por Brasil, que a la postre se convertiría en su verdugo en tierras africanas.

Pero el respiro del Mundial duró poco. El 5 de agosto, 32 mineros chilenos y uno boliviano quedaron atrapados en el yacimiento San José, en la desértica región de Atacama, tras un derrumbe que los sepultó a casi 700 metros de profundidad.

Lo que comenzó como una tragedia se convertiría después en una epopeya, cuando 17 días después, un papel pegado a un taladro perforador devolvió la esperanza a las angustiadas familias y la fe a los 17 millones de chilenos: «Estamos bien en el refugio los 33».

Setenta días después, «los 33 de Atacama» fueron rescatados sanos y salvos gracias a una sofisticada operación de salvamento que fue seguida en directo en todo el mundo.

En medio de los preparativos del rescate, Chile celebró el 18 de septiembre sus 200 años de vida como nación independiente.

La conmemoración contó con la participación de los cinco presidentes desde el retorno de la democracia y la presencia de los mandatarios de Argentina, Bolivia y Paraguay.

A los pocos días del Bicentenario, y tras diversas negociaciones con el Gobierno en las que medió la Iglesia Católica, los mapuches que mantenían una huelga de hambre desde hacía tres meses depusieron una medida de fuerza que habían adoptado para denunciar el acoso policial y judicial por las acciones de reivindicación de sus tierras ancestrales.

A finales de noviembre, Chile volvió a estremecerse con uno de los peores accidentes de tránsito de su historia: un autobús que circulaba por la Autopista del Sol chocó contra un camión, con un balance de 20 muertos y 16 heridos.

Y cuando apenas faltaban tres semanas para finalizar el año, 81 reclusos perecieron en un incendio desatado en la cárcel de San Miguel, situada en las afueras de Santiago y donde había 861 presos más de lo permitido.

La mayor desgracia del sistema carcelario chileno se inició cuando varios reclusos se enzarzaron en una pelea y pegaron fuego a unos colchones.

El siniestro desató una tanda de reproches mutuos entre el Gobierno y la oposición, y destapó el hacinamiento y las malas condiciones en las que viven los 55.000 reclusos que hay en Chile.

Culminó así un convulso año en el que, como contraste, el desempleo bajó al 7,6 por ciento, la economía creció a un ritmo del 5,4 por ciento y las exportaciones aumentaron un 8 por ciento, pese a que el dólar cerró con una depreciación de casi el 7 por ciento respecto al peso.

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