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Batalla Electoral 2024

Ciudad Trujillo, ciudad Balaguer, ciudad Leonel

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A fines de la década de 1950, Santo Domingo era una ciudad con la impronta de Trujillo, y llevaba el nombre del dictador. Para fines de la década de 1970, la capital había sido transformada por Balaguer, aunque oficialmente no llevara su nombre. Las grandes avenidas, los edificios multifamiliares, el Mirador del Sur y la Plaza de la Cultura redefinieron el entorno capitalino.

En el 2012, Santo Domingo tiene el sello distintivo de Leonel Fernández. Los túneles, los elevados y el metro trazan las nuevas líneas del Gran Santo Domingo, con su aglomeración humana, el ajetreo por la supervivencia, y la búsqueda del bienestar en lo que Fernández ha llamado el Nueva York chiquito.

En la tradición del desarrollismo subdesarrollado, de lo que Balaguer fue exponente con dinero local, Leonel Fernández ha impulsado en sus años de gobierno un vasto programa de construcción en el Gran Santo Domingo, pero a diferencia de Balaguer, lo ha hecho con endeudamiento externo.

El resultado urbanista ha sido la apariencia de modernidad, y el resultado económico, la ampliación de una clase enriquecida con la inversión pública a costa del pueblo. A los balagueristas adictos al Estado, se unieron los peledeístas con aspiración vitalicia.

La clientela política enquistada en el Estado Dominicano se ha beneficiado de la inversión pública en obras de infraestructura y también de la empleomanía estatal. No por casualidad hay decenas de viceministros en varios ministerios, para solo mencionar un ejemplo de los excesivos nombramientos.

Leonel Fernández consolidó económica y políticamente el “pelebalaguerismo”.

Este proyecto ha sido altamente beneficioso a los sectores tradicionales de poder, que pudieron hacer la transición de Balaguer a un nuevo caudillo sin pérdidas económicas ni traumas políticos. Ha sido también beneficioso al PLD, que ha gobernado con amplio apoyo de los sectores claves conservadores.

La construcción de mayoría electoral del PLD descansa ahora en tres grupos: los votantes conservadores tradicionales provenientes del balaguerismo, los votantes de capas medias con aspiraciones modernistas ubicados sobre todo en el Gran Santo Domingo, y los votantes pobres a nivel nacional integrados al sistema clientelar vía programas sociales individualizados como la tarjeta solidaridad.

El retranque para la consolidación de este modelo desarrollista es el dispendio y la ineficacia gubernamental, erigidos sobre una red clientelar e inequidad social. Esto impide avanzar hacia un real desarrollo.

Una constante en este modelo desarrollista ha sido la resistencia de los sectores de poder al aumento de su carga impositiva, impidiendo así que se impulsen políticas públicas redistributivas que mejoren las condiciones de vida de amplios segmentos sociales.

Por eso se invierten pocos recursos en educación y salud, a pesar del gran crecimiento económico que ha registrado República Dominicana durante las últimas décadas.

La mayor parte del Presupuesto Nacional se consume actualmente en tres acápites: el pago de la deuda pública por préstamos tomados para realizar obras de infraestructura, el subsidio al sector eléctrico, y el pago de salarios a empleados públicos para sostener el clientelismo de capas medias. Hay ministerios, por ejemplo, con poco dinero para ejecutar programas porque los recursos se destinan fundamentalmente al pago de nómina.

Santo Domingo da la apariencia de modernidad si se observan las grandes obras de infraestructura vial. Pero conjuntamente hay una sociedad de grandes desigualdades, precarios servicios públicos, y escasas posibilidades de movilidad social.

Las expectativas de progreso son grandes en la población, pero abundan los desempleados, los subempleados, y ahora también, los delincuentes en todos los estratos sociales. Por eso mucha gente sigue soñando con irse al Nueva York grande.

Artículo originalmente publicado en el periódico HOY

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