SANTO DOMINGO, República Dominicana.- Desde hace años los semáforos del Distrito Nacional se convierten en mercados ambulantes donde decenas de personas ofrecen productos y servicios mientras la luz está en rojo. Tras la pandemia la situación ha empeorado donde muchos han encontrado en esta intercepciones el lugar para ganarse el sustento de sus familias.
La señal de alto para los conductores, da luz verde para que decenas de personas ofrezcan sus productos y servicios.
Argelis Almonte es uno de ellos; dejó sus estudios y ahora busca su sustento limpiando cristales a vehículos en la intercepción de la avenida John F. Kennedy, esquina Abraham Lincoln.
Tratando de contener las lágrimas explica cómo con apenas 19 años, su alcoholismo le llevo a perderlo todo, hasta terminar trabajando en las calles.
«El alcohol me hizo un daño tan grande que me vi sin cuarto y con hambre, me llevo a limpiar vidrios para mí sustento», dijo Argenis Almonte, limpiavidrios.
Escogió uno de los oficios más cuestionados de la informalidad, años atrás enfrentamientos entre estas personas y conductores de vehículos han terminado en tragedia. Incluso en el 2017 la alcaldía del distrito retiró de las calles unos 39 limpiavidrios.
La situación no es un hecho aislado, al parecer el trabajo en los semáforos se ha convertido en una alternativa para jóvenes que paralizaron sus estudios durante la pandemia y de aquellos que aún no obtienen un empleo formal.
Alex Martínez va de vehículo en vehículo ofertando sus alcancías, esperando que este trabajo solo sea temporal.
Según datos del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo la tasa de informalidad en el país en el 2020 era de 55.2 %, y advertía aumentaría por la pandemia que obligaría a muchos a buscar nuevas alternativas laborales, y justo esa es la que vive Marí Pettit, quien tras 13 años vendiendo en la misma intercepción, ahora debe reinventarse.
Son apenas las 7 de la mañana y Francisco Tejada lleva a la intercepción de la 27 de febrero con Núñez de Cáceres, esquina que lo ha albergado por los últimos 30 años.
Vive en Yamasa por lo que asegura gasta hasta 600 pesos de pasaje diarios para trasladarse al Distrito Nacional, al igual que Cecilio de Jesús ambos, vendedores reconocidos en la zona.
Durante años organizaciones se han quejado de que los vendedores informales arrabalizan las calles por lo que en ciertos momentos se han realizado operativos para retirarlos, pero ellos regresan, dicen que solo en las calles han encontrado la oportunidad de sobrevivir y llevar comida a sus hogares.