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El corazón del país

Mario Rivadulla

No podía el presidente de la Asociación de Industrias, Campos de Moya, haber escogido un título más sugestivo que el de “La Industria, Corazón del País”, para la conferencia ofrecida el miércoles pasado al comparecer como orador invitado al tradicional Almuerzo Mensual que ofrece la Cámara Americana de Comercio.

Ya en semanas anteriores, con motivo de conmemorar el 56 aniversario de la fundación de la entidad que preside, Campos de Moya había propuesto al sector industrial como motor del desarrollo económico, y a ese fin, planteado las medidas y facilidades requeridas para su proceso de expansión y modernización.

En esta ocasión, su intervención resultó mucho más abarcadora. Por algo más de media hora, habló ante un público compuesto por empresarios y funcionarios públicos encabezados por el Ministro Administrativo de la Presidencia, José Ramón Peralta y que incluyó al Ministro de Economía, Planificación y Desarrollo y los respectivos directores generales de PRO-COMPETENCIA y PRO-CONSUMIDOR, de tan estrecha vinculación con el tema.

Fue en ese escenario donde los asistentes que lo colmaron siguieron con atento interés su exposición, donde sin estridencias ni rebuscamientos y con lenguaje preciso, el presidente de la AIRD abordó el panorama actual del sector fabril dominicano en todos y cada uno de sus distintos aspectos y los requerimientos que demanda para aprovechar todas sus posibilidades y oportunidades de desarrollo.

En su charla destacó una vez más los significativos aportes de la industria nacional, con el registro de un consistente crecimiento a lo largo de los años a una tasa de cuatro por ciento anual, contribuyendo al incremento sostenido de la economía y a la creación de empleos estables, de mayor calidad y mejores salarios.

Tal como advirtió, sin embargo, esa tasa resulta inferior a su verdadero potencial si se remueven los obstáculos que lo frenan y transforman muchas veces la inversión en el campo industrial de desafío en tensa y riesgosa aventura, cual supone producir a niveles competitivos de calidad y precio bajo condiciones altamente desventajosas. .

En una lista que dista de ser exhaustiva, Campos de Moya destacó las deficiencias y elevados costos del servicio eléctrico, los altos precios de los combustibles, la falta de crédito a largo plazo para la adquisición de maquinaria y el financiamiento de las exportaciones, la elevada carga social y la carencia de recursos y programas del Estado para promover la innovación, la investigación y el desarrollo.

A todo lo anterior sumó el contrabando, las prácticas monopólicas y elevadas tarifas en el transporte de carga, las trabas burocráticas que afectan la competitividad y los encadenamientos productivos. Llamó también la atención sobre la presente estructura fiscal, la cual penaliza las inversiones, los activos y la generación de mayor valor agregado.

Son todos elementos negativos que constituyen, además, serias trabas para poder aumentar nuestras exportaciones, en tanto estimulan y favorecen las importaciones en perjuicio de la balanza comercial, la producción nacional, la creación de empleos y las recaudaciones fiscales.

Campos de Moya planteó, además, la necesidad de concluir la aplazada firma del Pacto Eléctrico, consensuado en más de un noventa por ciento; de proceder a las discusiones del Pacto Laboral sin criterios dogmáticos y sentido realista de manera que se preserven los derechos laborales al tiempo que la estabilidad de las empresas; así como el Pacto Fiscal, eliminando impuestos onerosos, contribuyendo a un uso más eficiente del gasto público y permitiendo aumentar las recaudaciones mediante la significativa reducción de los elevados montos de evasión. Y sin dejar nudo por atar, prevenir y combatir la corrupción, tanto pública como privada, mediante la aplicación de un estricto régimen de consecuencias penales.

De apremio, insistió tomar conciencia sobre la necesidad de el país pueda disponer de un inventario de profesionales, técnicos altos y medios y trabajadores con adecuado nivel de capacitación. A ese fin, planteó la necesidad de establecer una firme alianza entre la universidad, el gobierno y la empresa privada para preparar el capital humano que requiere la presente época de rápida y continua innovación tecnológica que estamos viviendo.

El mensaje final fue elocuente al abogar por la firme defensa de lo nuestro al tiempo de buscar mercados externos para la colocación de nuestros productos, para darle real sentido y contenido a la declaración del presente como “Año del Fomento de las Exportaciones”. “Nada ganamos, concluyó, si duplicamos las exportaciones pero importamos veinte veces lo que exportamos”.

De esperar que sus palabras no caigan en oído sordos, sino que lleguen y calen hondo donde corresponde, para que el corazón de la industria, y por extensión, del país pueda funcionar sin sobresaltos, con latido fuerte y seguro.

En resumen no se trata de otorgar privilegios, sino de remover obstáculos. De identificar todas aquellas áreas en que seamos capaces de sumar valor agregado, produciendo en condiciones de calidad y precio que nos permitan competir en nuestro propio mercado como en los de exportación. Podemos lograrlo aprovechando y utilizando la tecnología apropiada, atrayendo inversión extranjera y estimulando la local en un marco de seguridad jurídica que permita desarrollar todo el potencial de nuestros sectores productivos, sumando riqueza y bienestar y creando empleos de calidad, única forma efectiva de combatir la pobreza.

Es tan solo cuestión de asumir la propuesta como un firme compromiso común.

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