Redacción.- Punta Catalina es, sin dudas, un activo importante del Estado dominicano y una solución de generación de base a bajo costo.
La infraestructura eléctrica ha estado rodeada de conflictos desde su génesis hasta su terminación.
No faltaron los cuestionamientos, algunos con mucha razón, ni las historias urbanas politizadas, de promoción partidaria.
Tampoco han estado ausentes los errores ni la falta de tacto en su administración, especialmente en la última.
Por lo visto, el Gobierno ha querido rodear a la conflictiva generadora eléctrica de un marco de transparencia en su gestión, poniéndola en manos de un fideicomiso.
De inmediato ha surgido una narrativa, impulsada por gente del mismo partido de gobierno, sobre una supuesta privatización velada.
Será difícil que los ojos públicos dejen de estar atentos a Punta Catalina, pues la historia de esas plantas apenas empieza.
Pero lo más lamentable es la cantidad de portavoces que tiene Punta Catalina dentro del mismo gobierno, a veces con desenfoques ostensibles.
Parecería como una suerte de competencia a quien hable más y más rápido acerca del activo.
A veces luce que Punta Catalina está en la boca de todos y en las manos de nadie.
Sería bueno que ese deporte termine y que los funcionarios comiencen a acostumbrarse a que la planta será gestionada por un fideicomiso.
Se trata de una figura que requiere transparencia, compostura, confianza, credibilidad, discreción y un liderazgo aceptable.
Que cesen ya los torpedos sobre esta infraestructura eléctrica.
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