El discurso de la embajadora y el cardenal López Rodríguez

Reconocimiento a la figura del Cardenal López Rodríguez en defensa de la soberanía dominicana.

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El discurso de la embajadora y el cardenal López Rodríguez

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Santo Domingo.– El discurso pronunciado por la Embajadora de los Estados Unidos en la República Dominicana, Leah Campos, ante la Cámara Americana de Comercio el 2 de diciembre de 2025, constituye una pieza de gran valor diplomático.

Es un documento que, por su trascendencia y claridad conceptual, merece reposar en un hipotético Museo de la Historia de la Diplomacia. A ello ha contribuido —no debe olvidarse— el contexto internacional creado por las políticas del presidente Donald Trump, que han redefinido con firmeza la relación entre Washington y Santo Domingo.

Discurso embajadora y contexto diplomático

Una década después, la representación diplomática de los Estados Unidos vuelve a situarse en un plano de respeto, reconocimiento y dignidad en sus vínculos con el pueblo dominicano y su gobierno.

En su intervención, la Embajadora habló con transparencia y sentido institucional sobre temas sensibles, entre ellos la política migratoria del presidente Joe Biden, cuyas decisiones afectaron al pueblo dominicano y generaron tensiones incluso entre sectores amigos de ambos países.

Valor y defensa del Cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez

Una reivindicación histórica.

En este punto, las palabras de la Embajadora Campos adquieren un valor especial: reivindican la posición de un dominicano ilustre, el Cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez, quien durante años defendió con valentía el derecho soberano del Estado dominicano a establecer sus propias reglas migratorias. Su postura, firme y patriótica, costó presiones, intrigas y campañas de descrédito que hoy, a la luz de la diplomacia contemporánea, quedan definitivamente desmentidas.

Como Embajador de la República Dominicana ante la Santa Sede entre 2009 y 2020, fui testigo directo de esas presiones y de las maniobras articuladas contra el entonces Arzobispo de Santo Domingo, Primado de América. Por eso escribí, el 7 de enero de 2020 en el Listín Diario, un artículo que hoy cobra renovada vigencia.

El valor del Cardenal.

Allí señalé —y reitero— que Nicolás de Jesús López Rodríguez ha sido una figura central de la vida moral, espiritual e institucional de la República Dominicana. Su estilo directo, su coherencia y su sentido del deber lo convirtieron durante décadas en un referente de la Iglesia y de la nación.

En diciembre de 2012, al preparar un viaje a Roma, el pasaporte que debía utilizar desapareció misteriosamente. Con un documento alternativo logró llegar a la Ciudad Eterna. Esa visita marcaría el preludio de uno de los episodios más difíciles y significativos de la diplomacia vaticana contemporánea.

Siete meses después, en julio de 2013, el Cardenal entregó personalmente al papa Francisco una denuncia formal contra un representante del propio Pontífice: el Nuncio Apostólico en la República Dominicana, Arzobispo Józef Wesołowski. Sería el primer alto prelado en enfrentar un juicio penal en el Vaticano por abusos contra menores.

El Nuncio Apostólico, representante personal del Papa ante la Iglesia local y ante el Estado dominicano, es una figura de enorme autoridad. Sin embargo, cuando la evidencia documental y los testimonios revelaron conductas gravísimas —corrupción de menores y comportamientos moralmente inaceptables—, el Cardenal actuó con la responsabilidad y firmeza que exigía la situación.

Presentó al Papa, dos meses antes de que el caso se hiciera público en su país, la denuncia que iniciaría el proceso contra Wesołowski.

Las campañas de descrédito.

Mientras tanto, en el país se articulaban ataques y calumnias contra su persona.

El 30 de diciembre de 2013, un personaje envuelto en escándalos fiscales en España solicitó públicamente su destitución, alegando su apoyo a la sentencia del Tribunal Constitucional dominicano que afirmaba la soberanía nacional. Aquel intento carecía de fundamento legal y obedecía a intereses ajenos al bienestar del país.

Esta ofensiva formaba parte de campañas organizadas por sectores que, desde hacía años, actuaban contra la integridad territorial dominicana y promovían ideas que ponían en riesgo a la inmensa mayoría del pueblo dominicano ante la creciente presión migratoria.

El Cardenal se mantuvo firme ante esas maniobras. Fue atacado incluso por personalidades internacionales como Mario Vargas Llosa, quien pidió públicamente su destitución como Arzobispo.

    El papa Francisco no dio crédito a tales planteamientos. En febrero de 2014, en mi presencia, el Santo Padre expresó con claridad, refiriéndose al Cardenal: "Él es una buena persona."

    Posteriormente surgieron otros dos intentos de descrédito —en 2017 y en 2018— igualmente desmontados por las autoridades eclesiásticas, al comprobarse la falsedad de las acusaciones y la naturaleza maliciosa de la campaña.

    El tiempo confirmó la verdad.

    Con el paso de los años, la verdad prevaleció. Los tres intentos de difamación se derrumbaron. La figura del Cardenal quedó reivindicada.

    Hoy, cuando la Embajadora de los Estados Unidos reconoce los efectos adversos de políticas migratorias ajenas a la realidad dominicana, el testimonio y la valentía del Cardenal López Rodríguez emergen con renovado respeto.

    Su defensa de la nación, su compromiso con la Iglesia y su conducta intachable han dejado una huella profunda. Denunció cuando debía denunciar. Defendió lo que debía defender. Y lo hizo con dignidad.

      Honor a quien honor merece.

      Victor Grimaldi Céspedes

      Victor Grimaldi Céspedes

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