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El vertedero de Haina

Como tal debiera entenderse para la preservación de la calidad del medio ambiente y la salud pública, sin desdeñar los significativos beneficios económicos que se derivarían del reciclaje de los residuos sólidos, tal como sabia y previsoramente han hecho otros países.

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Ardiendo desde el miércoles de la pasada semana, todavía el incendio en el vertedero de Haina, si bien sofocado en una gran parte, no ha podido ser controlado del todo.

Decenas de familias han tenido que abandonar sus hogares en las cercanías del vertedero, debido a la intensidad del humo.  Este también ha afectado una gran parte del municipio originando trastornos de salud sobre todo respiratorios.

Atribuido por el alcalde municipal, Osvaldo Rodríguez, a manos criminales con el propósito de dañar su imagen y su gestión, ahora surge una nueva vertiente de opinión.  Es la del director provincial de salud de San Cristóbal Winston Leonel Matos, quien por su parte responsabiliza al munícipe al que reprocha no disponer de un plan de manejo de la basura, ni de tomar medidas de seguridad para protección de las numerosas familias que habitan a escasa distancia del botadero.

Rodríguez, por su parte, al insistir en la versión del incendio intencional, que obviamente deberá ser determinado por los técnicos del cuerpo de bomberos, y en caso positivo dar apertura a una investigación, se queja de la falta de respaldo por parte de Medio Ambiente y Salud Pública, afirmando que salvo el envío de dos camiones cisternas por parte del empresario Celso Marranzini, quien posee una industria en la zona, y del apoyo brindado por Obras Públicas los dos primeros días del siniestro, el cabildo ha tenido que enfrentar solo el problema disponiendo de muy escasos recursos.

El incendio en el vertedero de Haina trae de nuevo a comentario el problema de los fuegos que en distintas ocasiones han afectado otros de los casi cuatrocientos vertederos a cielo abierto que existen y contaminan toda la geografía nacional. Tal por citar algunos  casos notorios más notorios en el de Duquesa, en más de una ocasión,  cuya humareda y cenizas se ha extendido por todo el Gran Santo Domingo; el de Puerto Plata; y el de Rafey, en Santiago, hasta que bajo la actual gestión municipal se ha implementado un efectivo sistema de disposición y reciclaje de la basura.

Pero son otros de menor resonancia, pero de iguales efectos nocivos para sus pobladores,  los que han tenido lugar en muchos de los botaderos de basura, que son permanentes fuentes de contaminación ambiental y de riesgo de enfermedades sobre todo respiratorias y gastrointestinales.

El programa Dominicana Limpia anunciado en Palacio con una inversión inicial del orden de 500 millones de pesos y un importante aporte en dólares de la Cervecería Nacional Dominicana que generó muchas expectativas de saneamiento ambiental, ha estado caminando a paso demasiado lento.

Los conflictos originados en torno al traslado del vertedero situado a la entrada de Puerto Plata no presentan al parecer perspectivas de solución en un tiempo razonable, afectando el proceso de recuperación de ese importante polo turístico.  Y la sustitución de Duquesa por un relleno sanitario con todas las de la ley parece que va para largo. De los avances del programa en realidad se conoce muy poco, pero se tiene entendido que son muy escasos.

Sin dudas el tema del cierre técnico de los botaderos a cielo abierto y su sustitución por un sistema de rellenos sanitarios, complementado por una política de educación ciudadana de correcta disposición y clasificación de la basura, es tema de primer orden como parte de la estrategia a seguir para enfrentar y atenuar los efectos del cambio climático.

Como tal debiera entenderse para la preservación de la calidad del medio ambiente y la salud pública, sin desdeñar los significativos beneficios económicos que se derivarían del reciclaje de los residuos sólidos, tal como sabia y previsoramente han hecho otros países.

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