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Batalla Electoral 2024

En el 16, véala en un cine cerca de usted

Tony Pérez.

Ya comenzó el PRD el rodaje de su película “La Última Derrota”, la cual sería exhibida el 20 de mayo de 2016 en los 14,470 colegios electorales instalados en todo el país. Perdería otra vez frente al gubernamental Partido de la Liberación Dominicana (PLD), a menos que haga una paradita en su carrera desenfrenada de diatribas, descalificaciones, despechos y desenfoques, para, en actitud reflexiva, rediseñar el libreto en función de la realidad, no de quimeras.

Politólogos y consejeros catalogados como cercanos al partido opositor, han planteado la “ruleta rusa” de la agudización ahora de la grave crisis interna, con el objetivo de solucionarla a más tardar al término del segundo año del cuatrienio del presidente Danilo Medina, y entonces utilizar el tiempo restante en un proceso de reorganización y agitación que termine en una victoria en las urnas.

No sería la primera vez que esta estrategia se implemente en el mundo. Pero no siempre ha sido efectiva; sobre todo, si se la piensa al margen del contexto y se baraja un promontorio de datos al aire y de enunciados traídos de los cabellos al calor de la rabia que ha provocado el fracaso electoral del 20 de mayo de este año.

Deviene cenagosa la premisa de que el derrotado candidato presidencial Hipólito Mejía es el verdadero líder de las masas perredeístas porque obtuvo en los comicios 2 millones 129 mil 123 votos; igual que resulta muy riesgoso el grito despechado de destituir de la presidencia del partido a Miguel Vargas Maldonado, cuyo mandato institucional debería terminar en 2014.

O se engañan con el manejo torpe de tal cifra, o juegan a la manipulación extrema para impresionar a las masas incautas, desesperadas y dolidas por el “naufragio”. Cualquiera de las dos opciones sería fatal de cara a la coyuntura actual y tal vez a las elecciones nacionales de 2016.

Tal caudal de sufragios no es propiedad de Mejía. Ni siquiera está bajo cadena perpetua en un tradicional partido blanco cuya dureza de voto ronda el 30 por ciento. El descontento con las gestiones del Presidente Leonel  Fernández y las expectativas de cambio generadas por la propaganda opositora, habrían contribuido más que todo a engordar la votación perredeísta hasta un 46.9 por ciento. Pero así como llegó esa porción de desencantados, asimismo se esfumaría si no halla quien las fidelice. Y la fidelización de esos allegados coyunturales no se logra con más ruido ni pleitos por intereses personales.

Bajo la lupa, Mejía sufrió una doble caída en el pasado proceso. No solo perdió en primera vuelta del oficialista Danilo Medina (51.2%), sino que apenas logró sobrepasar el porcentaje registrado por su organización en las municipales y congresuales de 2010. En realidad, su gran desafío era acumular los 5 puntos porcentuales que rompieran el techo tradicional y dejar en el terreno al PLD y aliados. Su apuesta a la autosuficiencia y la borrachera del triunfalismo sepultaron esa posibilidad.

Los estrategas de Mejía se conforman ahora con azuzar a la militancia gritándole que el oficialismo arrebató las elecciones porque el PRD como partido obtuvo más votos y ganó en gran parte del Cibao. Pero le secuestran la información más importante: gana las elecciones la coalición que alcance el 50 por ciento más uno de los votos válidos, no necesariamente quien venza en más provincias en virtud de que los electores no están distribuidos en cantidades iguales en tales demarcaciones.

Mientras el PRD se diluye en una confrontación bizantina que, mal manejada, terminaría con otra división y la consecuente baja en las probabilidades ganar en cuatro años, el partido oficialista y sus estrategas callan y observan cada detalle. Le ahorrarían el trabajo duro que tiene por delante si ellos mismos se eliminaran desde ahora con su choque de trenes.

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