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¿Es la tasa de cambio un precio político?

“No hay un modelo único para la determinación de la tasa de cambio que provea una adecuada explicación de la mayor parte de los movimientos observados en la tasas de cambio nominal y real bajo un régimen de tipo de cambio flexible.” (Michael Musa)
Los controles de precios han ido desapareciendo del menú de las políticas públicas, pero todavía en los 80´s eran muy populares en Latinoamérica, cuando muchos países de esa región experimentaron procesos hiperinflacionarios, en el marco de una grave crisis económica, que deterioraron las condiciones de vida de millones de latinos. Prevalecía la creencia de que era posible mantener la estabilidad de precios mediante el poder coercitivo del Estado, mientras la indisciplina fiscal era financiada con más endeudamiento y una creciente emisión de dinero por parte de los bancos centrales. La fijación de precios, por la vía administrativa, era una solución política a un problema económico. Y claro, no podía funcionar. Pero el aprendizaje requirió de una experiencia tan traumática como la citada. Ya a partir de los 90´s se inicia un proceso de despolitización de los precios que mejoró sustancialmente el desempeño de nuestras economías.
Dentro de esos precios se pueden citar la tasa de cambio y el precio de los combustibles. Los gobiernos enfrentaban todo tipo de resistencia social (movilizaciones callejeras y huelgas del transporte, entre otras) cuando trataban de ajustar los precios de la gasolina y demás derivados del petróleo. Hoy la situación es totalmente diferente luego que en el año 2000 se promulgara la ley no. 112 que liberalizó el precio de los combustibles, y desde entonces los precios son ajustados semanalmente. En el presente, las quejas con dicha ley van dirigidas a cuestionar la idoneidad con que son aplicados los mecanismos para el cálculo de los precios domésticos de los combustibles y al alto monto de los impuestos que los consumidores deben pagar. Sin embargo, se ha creado una especie de cultura de que esos precios pueden variar semanalmente en una u otra dirección: Se han despolitizado.
Algo similar ha ocurrido con la tasa de cambio. El mercado cambiario ha evolucionado enormemente desde que en los 80’s predominaron los esquemas de cambio múltiples, caracterizado por un mercado oficial simultáneamente operando con el mercado paralelo de divisas. Esto significaba una penalización brutal a un sector exportador que estaba obligado a vender sus dólares al mercado oficial a una tasa muy por debajo de las prevalecientes en el mercado paralelo. En un momento, a esas pérdidas el sector exportador tenía que agregar un recargo cambiario equivalente al 36% del valor de las exportaciones tradicionales. Todo esto se justificaba bajo la creencia que atribuía un carácter político a la tasa de cambio, lo que motivó toda clase de persecución a quienes eran considerados “especuladores” de las divisas, incluyendo operaciones “patrióticas” como la “operación Duarte.” Desde esa época, en mayor o
menor medida, la política cambiaria ha tenido un sesgo anti exportador; lo cual, ha sido consistente con la visión, no superada del todo, de que la tasa de cambio es un precio político.
Independientemente de los modelos econométricos que pudieran ser utilizados para determinar la tasa de cambio real de equilibrio, existe una realidad que los supera: la economía dominicana presenta un déficit estructural en su cuenta corriente, reflejando que los términos de intercambio han sido desfavorables para las exportaciones, pues el mecanismo de ajuste externo no ha funcionado eficientemente.
Hay dos fuentes importantes que presionan a la tasa de cambio hacia la sobrevaluación. Una es el endeudamiento externo; y la otra, las remesas de los dominicanos residentes en el exterior. Una forma de mirar el problema es imaginar cuál hubiese sido la trayectoria de la tasa de cambio real sin los miles de millones de dólares que anualmente entran a la economía dominicana en la forma de endeudamiento y por vía de las remesas. En el caso particular de los flujos de remesas, algunos economistas los han asociado con la denominada “enfermedad holandesa”; esto es, una perdida en la competitividad de las exportaciones como resultado de la magnitud de esos flujos.
Es obvio que la sobrevaluación de la moneda nacional no es la única causa de la falta de competitividad externa de la economía dominicana. Tenemos un gran número de reformas pendientes que son indispensables para mejorar significativamente nuestra capacidad exportadora; dentro de esas reformas se encuentran, para citar algunas, la educativa, la fiscal, la eléctrica, la del transporte, y la del mercado laboral. Todas ellas necesarias para crear las bases institucionales sobre las que se debe montar el proceso de desarrollo nacional.
También debe ser obvio que no abogamos por un proceso de ajuste traumático. La tasa de cambio es un precio fundamental, aunque no político, para una economía que como la nuestra siempre ha sido definida como pequeña y abierta. Pero precisamente, por ese alto grado de apertura es que abogamos por un sector exportador dinámico, que sea capaz de generar las divisas que demandan nuestra integración a los mercados globales. De ahí que si la política cambiaria fuese a tener un sesgo, éste debe ser en favor de las actividades exportadoras.
@pedrosilver31
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