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Franqueando al Jefe

Enfoque

Buscó a los jefes militares, a quienes encontró con el cónsul Clark, y obtuvo una renovación de la promesa de no avanzar hasta que se recibiera orden en contrario de Estrella Ureña." 

José del Castillo Pichardo
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El 1ro de marzo de 1930 el Ministro americano en Santo Domingo, Charles B. Curtis, dirigía el memo no.22 al Secretario de Estado Interino Joseph P. Cotton -el titular Henry L. Stimson se hallaba asistiendo a la Conferencia Naval en Londres que reunió a EE.UU., Reino Unido, Francia, Italia y Japón entre 21/1/30 y 22/4/30-, en el cual compendiaba lo sucedido en el país tras el estallido de la «más bella revolución de América», como cándidamente la llamara el tamborileño Tomás Hernández Franco, autor del espléndido poemario Yelidá.

Un extracto de este documento -no por manido prescindible- muestra una síntesis de los eventos que franquearían el acceso de Trujillo al poder máximo, ya que ostentaba el que le daba la jefatura del cuerpo militar formado por los marines durante la Ocupación Americana del 16 al 24. Y el rol protagónico jugado por la Legación Americana en el curso de los hechos y las líneas trazadas desde Washington bajo la presidencia del republicano Herbert Hoover (1929/33).

1. «La Legación se enteró de que había estallado una revolución cuando el Secretario de Relaciones Exteriores, Dr. Peynado (Francisco J.), llamó a la Legación antes de las seis de la mañana del 24 de febrero y pidió asilo para el Presidente Vásquez, su esposa y el Vicepresidente Alfonseca.  Peynado dijo que había estallado una revolución en Santiago y que en 20 minutos llegarían 25 automóviles llenos de hombres armados. Insistió en que las vidas del Presidente, la señora Vásquez y el Dr. Alfonseca estaban en verdadero peligro y yo consentí en darles asilo. Pero también insistí en que me resultaba difícil pensar que hubiera algún peligro para la vida del Presidente y su esposa y que era muy deseable que el Presidente permaneciera en la Mansión Presidencial o se refugiara en la Fortaleza.»

2.» A las 7 de la mañana acudieron a la Legación el Presidente, su esposa, el Vicepresidente, más de la mitad de los miembros de su Gabinete, los Presidentes del Senado y de la Cámara, y una veintena más. Mientras tanto, había telefoneado al general Trujillo en la Fortaleza y una vez más recibí su seguridad de que era enteramente leal al Presidente. Por lo tanto, cuando el Presidente me habló de mi recomendación de que fuera a la Fortaleza, le aseguré que podía contar con la lealtad del general Trujillo. Después de discutir más el asunto con sus compañeros, el Presidente Vásquez salió de la Legación, seguido por todo el resto de su grupo excepto la señora Vásquez, quien pasó cada noche y una parte menor o mayor de cada día en la Legación hasta la mañana de febrero 28.»

3. «Después de que el Sr. Cabot (John Moors C., Chargé d´Affaires) hiciera una breve visita a la Fortaleza en busca de la información más reciente, fui allí con él y traté de averiguar si el Presidente estaba dispuesto a ceder a alguna de las demandas mencionadas por el Sr. Rafael Estrella Ureña y otros en Santiago cuando estuvo allí Cabot la tarde del 22 de febrero. Mientras se consultaba sobre este tema, hablé con el general Trujillo, quien de nuevo me aseguró su lealtad al Presidente, y con el Dr. Alfonseca, dispuesto a dimitir de inmediato de la vicepresidencia, sin esperar a que los revolucionarios lo demandaran. Se acordó que el Vicepresidente renunciaría, que el Gobierno conseguiría que el Congreso aprobara una ley que anulara las modificaciones a la Ley Electoral de 1924 y que se abordaría la cuestión del retiro de la candidatura del Presidente Vásquez a la reelección.»

4. «Cabot salió a las 10:30 hacia Santiago con el propósito de ver a los líderes de la revolución. En el km 34 encontró algunas tropas del Gobierno y en el km 37 una fuerza de revolucionarios; de este grupo supo que Rafael Estrella Ureña era el Jefe Supremo de la Revolución, que estaba en Santiago y que los jefes militares de esta fuerza no tenían autoridad para considerar cuestión política alguna. Cabot arregló un armisticio entre el Gobierno y las fuerzas revolucionarias y, como aún no se habían cortado las líneas, telefoneó un informe a la Legación y obtuvo mi consentimiento para que se dirigiera a Santiago. Luego de llegar a esa ciudad alrededor de las 2:30, Cabot logró ver a Estrella Ureña y luego al general Desiderio Arias. Pero sólo pudo obtener la promesa de que celebrarían una conferencia de todos los líderes a la mañana siguiente.» 

5. «En la Legación no ocurrió nada de especial interés para el Departamento hasta bien entrada la tarde, aunque el flujo de visitantes fue prácticamente continuo. A las 22:30 horas el Secretario Moya (Martín de M, sobrino de Trina) telefoneó diciendo que los revolucionarios avanzaban hacia la ciudad, a pesar del acuerdo hecho con Cabot, y que el Presidente y la Sra. Vásquez deseaban asilarse en la Legación. Dije que recibiría con gusto a la Sra. Vásquez, pero convencí al Presidente de que lo mejor para él era ir a la Fortaleza y no a una legación extranjera. Más tarde llamé por teléfono al general Trujillo y me informó que las tropas gubernamentales habían sido flanqueadas y parcialmente rodeadas por fuerzas revolucionarias mucho más numerosas y que estas últimas avanzaban como se indicó anteriormente. 

6. «Cuando, a las 6 de la mañana del 25, no se había recibido señal de la entrada de los revolucionarios en la ciudad, decidí salir en dirección a su antigua posición. Encontré las fuerzas gubernamentales en el km 19 y tuve breve conversación con su comandante, el coronel Alfonseca (pariente del Vicepresidente sin conexión política con él). Me mostró una nota firmada por los generales José Estrella y Antonio Jorge, en la que habían acordado con el Sr. Cabot no avanzar ni realizar ataque hasta el regreso de Cabot de Santiago y afirmó que habían cumplido escrupulosamente este acuerdo. 

7. «Para entonces llegaron a conocimiento de la Legación hechos relativos al ejército y a sus oficiales superiores. El general Trujillo, pese a promesas a mi antecesor (Young), fue desleal al Presidente Vásquez desde el primer momento tras su regreso al país el 6 de enero. Probablemente en diciembre descargó de la Fortaleza de Santo Domingo los sobrantes de armas y las envió a la Fortaleza de Santiago. Seguro estuvo aliado con los revolucionarios desde el principio y nunca cortó su conexión con ellos. El coronel Simón Díaz, comandante de Santiago, planeó permitir la toma de este fuerte en la tarde del 8 de febrero, pero debido a que pasé esa tarde y noche en Santiago, fue postergada; las razones que llevaron a la deslealtad del coronel Díaz han sido relatadas en el despacho No. 21 del 23 de febrero de 1930; él se encontraba, sin embargo, en Santo Domingo al momento de la toma de dicho fuerte.  El coronel Alfonseca fue puesto al mando de las tropas enviadas para impedir la entrada de los revolucionarios a la capital porque el Presidente Vásquez insistió se le diera el mando, no porque el general Trujillo lo deseara. En la tarde del día cuyos hechos se describen, el general Trujillo relevó al coronel Alfonseca y puso al coronel Díaz al mando de esta fuerza, lo que alivió a la Legación de ansiedad ante la posibilidad de derramamiento de sangre entre el Gobierno y las fuerzas revolucionarias.» 

8. «El general Trujillo permaneció durante todo el período de la revolución como comandante de la Fortaleza de Santo Domingo, en nombre del Gobierno y a la que no permitía la entrada de ningún revolucionario. Así cumplió al pie de la letra las promesas que nos había hecho repetidas veces al ministro Young y a mí, pero está claro que se comunicaba constantemente con los revolucionarios. Se puede asegurar que, si el general Trujillo hubiera sido en verdad leal al Gobierno, la revolución no habría tenido éxito; probablemente no habría estallado; difícilmente hubiera valido la pena apoderarse de la cantidad de armas que había en el fuerte de Santiago y ciertamente los revolucionarios no habrían tenido más armas que el Gobierno

9. «Casi después de mi regreso a la Legación, el Secretario Moya me telefoneó diciendo que el Presidente vendría a verme y llegó a los pocos minutos. Estaba sumamente enojado por la traición ya bastante evidente del general Trujillo, a quien había encontrado esta noche con el general Luís Felipe Vidal, uno de los enemigos personales acérrimo del Presidente. Declaró que, como el Ejército le era infiel, no podía aspirar a lograr nada y renunciaba de inmediato. Lo insté encarecidamente a no tomar esta acción precipitada, señalándole que en las circunstancias actuales, significaba el fin del gobierno constitucional y probablemente el estallido de graves desórdenes. Estaba tan excitado que no podría asegurar que me oyera, aunque noté causé alguna impresión a sus principales consejeros. Tras hora y media de discusiones infructuosas, el Presidente y sus amigos abandonaron la Legación. Aún no había podido sentarme cuando el Dr. Peynado vino desde la Casa Presidencial para informarme que  Vásquez había decidido no renunciar.»

10. «Como a las 5 de la tarde, el Secretario Moya acudió a la Legación y manifestó que las tropas revolucionarias pretendían ingresar a la ciudad durante la noche, violando las promesas hechas al Sr. Cabot. Envié al Cónsul Clark a ver al general José Estrella y demás comandantes revolucionarios y a las 8 en punto regresó, casi con el Sr. Cabot. Este pasó la mañana reuniendo información y acelerando la reunión de los líderes revolucionarios, efectuada a las 11.  En la tarde tuvo larga conversación con Estrella Ureña y Elías Brache, logrando una exposición de sus demandas y alguna modificación, para posibilitar un acuerdo con el Gobierno. Rumbo a la capital, cuando llegó a las fuerzas revolucionarias en el km 37, descubrió se hacían preparativos para avanzar sobre la ciudad. Buscó a los jefes militares, a quienes encontró con el cónsul Clark, y obtuvo una renovación de la promesa de no avanzar hasta que se recibiera orden en contrario de Estrella Ureña.» 

Este valioso relato contenido en el memo 22 del Ministro Curtis del 1ro de marzo de 1930 será completado en próxima columna, cotejado a con elocuentes materiales que evidencian el franqueo al ascenso al solio presidencial del general Trujillo.

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