Redacción internacional.- La imagen de John Wayne Gacy, o Pogo el Payaso, es una de las más escalofriantes en la historia criminal de Estados Unidos. A primera vista, era un miembro activo de su comunidad en Chicago, conocido por animar fiestas infantiles y realizar obras de caridad. Sin embargo, detrás de esa sonrisa pintada y su fachada de empresario respetable, se escondía un asesino brutal. Entre 1972 y 1978, Gacy cometió una de las seguidillas de crímenes más atroces que haya conocido el país, torturando y asesinando a más de 30 jóvenes y niños.
Pese a su cruel naturaleza, logró mantener una doble vida durante años. De día, era un hombre de negocios exitoso, miembro de organizaciones comunitarias y hasta un payaso que alegraba a los niños.
Por la noche, se transformaba en un depredador que atraía a sus víctimas con promesas de trabajo o ayuda. Muchas veces, se infiltraba en las propias búsquedas de los desaparecidos, caminando junto a padres desesperados que ignoraban que el asesino estaba a su lado.
El arresto de Gacy en diciembre de 1978 sacudió a la sociedad. Los titulares de los diarios se llenaron de horror cuando la policía descubrió los cuerpos de 26 jóvenes enterrados en el sótano de su casa. En total, John Wayne Gacy confesó haber asesinado a 33 personas, y aunque fue condenado a muerte en 1980, su legado continúa siendo un recordatorio perturbador de cómo un “ciudadano honrado” puede esconder la peor de las maldades.
Gacy nació el 17 de marzo de 1942 en Chicago, Illinois. Desde pequeño, su vida estuvo marcada por el maltrato emocional y físico de su padre, un hombre alcohólico que no escondía su desprecio por él. Lo llamaba “marica” y “débil”, menospreciándolo constantemente, lo que afectó profundamente la autoestima de Gacy. En su adolescencia, Gacy comenzó a darse cuenta de que era homosexual, un secreto que mantuvo oculto debido a los prejuicios de la época y al miedo a la reacción de su padre.
En 1964, intentó seguir el camino de la “vida normal” casándose con Marlynn Myers, con quien tuvo dos hijos. Parecía que Gacy estaba cumpliendo con el sueño americano, administrando con éxito los restaurantes de su suegro, pero el monstruo que había en su interior no tardaría en manifestarse.
Mientras vivía en Waterloo, Iowa, Gacy se unió a un club social llamado Jaycees, donde participaba en actividades turbias, incluyendo el intercambio de esposas y la prostitución. Fue en ese entorno donde comenzó a abusar de jóvenes, uno de los cuales lo denunció en 1968 por agresión sexual. A pesar de haber sido condenado a 10 años de prisión, Gacy solo cumplió dos por “buena conducta”.
Al salir de la cárcel, regresó a Chicago, donde su madre le compró una casa en Norwood Park, un vecindario de clase media. Era allí, en esa casa aparentemente tranquila, donde Gacy cometería la mayoría de sus crímenes, escondiendo los cuerpos de sus víctimas en el espacio subterráneo de la vivienda. Sorprendentemente, mientras continuaba con sus asesinatos, seguía cultivando una imagen de hombre respetable, participando en actos comunitarios y siendo un miembro activo del partido Demócrata.
En 1975, Gacy creó su alter ego, Pogo el Payaso, y se unió al club de payasos local llamado Jolly Jokers. Su amor por entretener a niños en fiestas y eventos benéficos era visto como un gesto noble. Nadie imaginaba que el mismo hombre que hacía reír a los niños era responsable de secuestrar, violar y asesinar a jóvenes.
Pogo se convirtió en una parte clave de la doble vida de Gacy, ya que la figura del payaso amable le permitía acercarse a sus víctimas y ganarse la confianza de su comunidad. El disfraz no solo simbolizaba su capacidad de ocultar su verdadera naturaleza, sino que también reflejaba su retorcida psicología.
El principio del fin de este raid asesino llegó en diciembre de 1978, cuando Robert Piest, un adolescente de 15 años, desapareció después de hablar con Gacy sobre un trabajo. La madre del joven informó a la policía, y las investigaciones pronto conectaron a Gacy con la desaparición. El 21 de diciembre, la policía registró la casa de Gacy, y tras varios días de investigación, descubrieron los restos de varias víctimas en el espacio subterráneo.
Gacy fue arrestado y confesó haber matado a más de 30 jóvenes, a quienes torturaba antes de estrangularlos. Su declaración de ser el “juez, jurado y verdugo” de sus víctimas dejó a todos atónitos. El proceso judicial culminó con su condena a muerte, que se cumplió el 10 de mayo de 1994.
John Wayne Gacy sigue siendo una figura de pesadilla en la cultura popular, un hombre que escondió sus crímenes tras la máscara de un payaso sonriente. Su historia ha inspirado innumerables libros, documentales y películas, todos tratando de comprender cómo un ciudadano tan “normal” pudo cometer actos tan terribles.
Pogo el Payaso no era solo un disfraz para fiestas; era la representación de la dualidad de Gacy, un hombre que por fuera era todo sonrisas, pero por dentro albergaba una oscuridad aterradora. Su caso es una advertencia de que el mal puede esconderse bajo cualquier apariencia, incluso detrás de una nariz roja y una gran sonrisa pintada.