Sigo soñando...
El contexto histórico del bronce incluye referencias al exilio de Duarte y la influencia de autoridades coloniales.
Actualizado: 30 de Diciembre, 2025, 06:55 AM
Publicado: 30 de Diciembre, 2025, 06:43 AM
José Báez Guerrero.
Santo Domingo.– Esta vez no fue el doctor. En el parque ovetense, el bronce de un genovés con faldellín apunta lejos con su índice, como mostrando el rumbo por donde Cortés fue a conquistar México, mi Rodrigo a fundar Santa Marta y Velázquez a colonizar Cuba, mientras quienes se quedaron fueron acomodándose a la mansa anarquía de un orden público basado en complicidades más que leyes cuya fuerza quedó en Castilla.
El joven canoso me miraba con tristeza.
"La inconsecuencia es infinita", me dijo, "nunca pensé que padecería tanto por cuenta de amigos y compañeros".
La confesión coincidía con el fondo musical de Julieta y Paulina coreando que "nada de esto fue un error", a cuya afirmación poco podía agregar. Un sorbo de café justificó mi silencio respetuoso.
Una bandada de palomas —ratas aladas urbanas— se obró en derredor nuestro. Mi acompañante suspiró. "Yo no funciono así", siguió diciéndome, "lo de estos funcionarios y periodistas voraces es otra cosa, ¡son insaciables!".
Pensé responderle que quejarse por alimentar fieras no le luce al gerente del circo, pero el pregón de un canillita ahogó mi casi musitado asombro.
La portada del diario resaltaba históricos logros nunca realizados anteriormente, lo que pensé que sacudiría la melancolía del apuesto político.
"Son malagradecidos, los peores opositores", prosiguió sin poner mucho asunto a la prensa, contagiado quizás de la opinión pública que en encuestas muy serias lo mantenía encumbrado con altísima popularidad.
En medio del impresionante sueño, justo cuando me armaba de valor para responder, me despertó la grave sirena de un buque anclado en la vieja Aduana del Ozama, cerquita de la rampa por la que Duarte regresó al exilio, semanas tras febrero de 1844.
"Cosa tan curiosa", pensé, "volver a tener estos raros sueños...".
La retumbante bocina era de un tren madrugador que se iba.


