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Batalla Electoral 2024

La batalla de la piel

 

Un niño de color en la fiesta

¿Dónde está el compartimento para negros

en este tiovivo?

Señor, porque yo quiero montar.

(…)[1]

Langston Hugues

 

Más allá de un espacio geofísico, el Caribe es, y sobre todo, – al decir de G. Lamming- “una civilización” y una concepción de vida que nos distingue dentro de la realidad del continente americano. Asumámosla entonces como un escenario único e irrepetible, fruto de múltiples culturas y etnias yuxtapuestas que fusionadas forman parte de un proceso dialéctico.

La creación de múltiples etnias de aborígenes u originarias de diversos países, no es más que el resultado etno-histórico de un proceso de simbiosis y mestizaje que ha transformado los múltiples aportes africanos, indios, europeos, para producir otras absolutamente nuevas. Somos resultado de esa simbiosis entre abuelos negros, blancos, chinos….

“¿Regresar a África, Miss Mattie?/ ¡No sabes lo que estás diciendo!/Yo sé que tu tátara, tátara tátara/ abuela era una africana/ ¿no era tu tátara, tátara tátara/ abuelo de Gran Bretaña?/ Luego el padre de tu bisabuela/ del lado de tu padre era judío/ ¿y tu abuelo del lado de tu madre/ era francesito parlez- vous, oui?/ Entonces ¿dónde vas, Miss Mattie?”[2]

No obstante en este espacio, aún con distintas culturas nacionales y lenguas disímiles, se enlaza una historia, un presente y un futuro común. Pues está unido, más que por la fatalidad geográfica, por sus raíces y por esa sensibilidad especial que ya advertía Lamming. Está unido –también– a ese fenómeno que fue la instauración de la esclavitud, y a la condición subalterna que comparten los grupos excluibles (los negros, chinos, indios, etc) que se originan y potencian en una sociedad colonial. Ese proceso de mestizaje, es la cuna de una larga tradición de segregación y discriminación en este espacio; y causa última de una distinción que perdura, incluso, hasta nuestros días.

En nuestra realidad inmediata, nos encontramos un cambio en la manera de afrontar este fenómeno: comienzan a hacerse visibles comunidades o grupos sociales que fortalecen sus repertorios de identidad (en este caso racial), estableciendo nuevos circuitos de intercambio. En busca de rebelión y en forma contestataria, surgirá gran parte de la literatura de esta zona. Buscarán conformar una perspectiva de identidad a partir de las imágenes creadas por sí mismos. Tras ejemplos que así lo demuestren, nos acercaremos a la literatura y el arte en general no solo como un objeto ideal de esta área sino también “como una mágica medusa antillana que en si misma contiene toda la iridiscencia y la amargura del mar de las Antillas.”[3]

Cómo asumir y dignificar una voz subalterna en el discurso literario es una de los enigmas que tendrá que resolverse en el proceso individual de creación. Algunas respuestas se descubren en la obra de Nicolás Guillén, Aimé Césaire, Nancy Morejón, Derek Walcott, Ángel Escobar o Toni Morrison. Estos han sabido dialogar con la tradición de su lengua, su época y su cultura, agregándole una visión nueva a partir de una postura descolonizadora de sus textos, de la reivindicación estética e ideológica, de la evidente actitud deconstructora del canon tradicional en sus respectivas obras.

Además de una elección personal, cultural e histórica, la asunción de una identidad racial en cualquier autor es, igualmente, un proceso estético-ideológico muy complejo, y de connotaciones tan diversas como las poéticas que pueden encontrarse entre los mejores escritores negros, blancos, judíos o árabes. Desde un enfoque etno-racial, el análisis particular de tales poéticas, ofrecerá satisfacciones, contradicciones, desconciertos, pero sobre todo, esclarecedoras lecciones sobre el entramado identitario y su pluralidad.

No obstante, resulta controversial la definición de una “literatura negra”, de una “literatura indígena”, etc (tanto como serían las definiciones de literaturas “femeninistas” o “gays” para tomar dos ejemplos al igual que este, actuales y complejos). Estas clasificaciones no son más que “trampas semánticas” en las que incurrimos con asiduidad. No podríamos identificar a los creadores de esta franja cultural solo por su condición racial; se reduciría sustancialmente el enfoque de su producción

Esa dinámica común, la presencia de la subalternidad racial y étnica como resultado del problema colonial, que conlleva la organización jerárquica arbitraria y convencional y con esto a la división de la especie humana, es una de las grandes empresas que quedarían por librar en el lento pero preciso proceso de descolonización. Y  es precisamente a esta batalla sin librar, o por lo menos sin terminar, a  la que me refiero, esta que devendrá como la más antigua y espinosa de nuestra realidad:  “la batalla de la piel”[4].

 

 

 


 

[2] Bennett, Louise, Regresar a Africa, en Identidades. Poesía negra de América, Editorial Arte y Literatura , La Habana, 2005, pp 667

[3] Mateo, Margarita. Álvarez, Luis :El caribe en su discurso literario, Editorial Oriente, 2005, pág 33

[4] Lamming, George: Entrevista, texto digital.

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