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Batalla Electoral 2024

La columna de Miguel Guerrero

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Miguel Guerrero.

La caricatura de Diario Libre del sábado pasado es una denuncia estremecedora de los niveles de corrupción en la esfera gubernamental. Muestra a un personaje soberbiamente ataviado, que en el mundo irreal creado por el autor personifica al funcionario corrupto, conocido como Turpén. Se le muestra al lado de dos pequeñas figuras en representación de la imagen clásica de las familias tradicionales del país, quienes lograron construir sus legítimas fortunas tras décadas de trabajo, inversión, pago de impuestos, creación de empleos y riquezas nacionales. El otro, en cambio, ha logrado convertirse en el grupo económico nacional más poderoso sólo a base de pocos años de influencia política y manejo de recursos públicos. En la rica imaginación del artista, Turpén es la casa matriz del grupo en el poder: la nueva y más acaudalada clase dominante política y económica del país. Sea cierta o no, se trata de una generalizada percepción sobre la que se comenta a diario en todos los corrillos profesionales, políticos y empresariales. Confieso que personalmente me llamó la atención esa entrega genial de Priego, porque a despecho de cuanto significa en el campo del honor, y al hecho de que no todos los funcionarios y dirigentes del PLD puedan ser encasillados como corruptos, nadie en el gobierno ni en el partido, ante las continuas y cada vez más escandalosas denuncias de falta de decoro en actuaciones que comprometen al gobierno, haya salido a decir: “Un momento, señores, esto no va conmigo. Sírvanme la comida aparte”. Una protesta que podrían sostener aquellos que desempeñan funciones dentro del marco de la racionalidad a que está obligado todo funcionario público o dirigente político. Y, por simple curiosidad, me preguntó cómo deben sentirse a los que no les toca la denuncia saberse parte de un cartel político ¿ Qué les asusta y los obliga a callar?

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