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Batalla Electoral 2024

La columna de Miguel Guerrero

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Toda la razón le asiste al publicista creador del lema “éste es un país especial”, porque en realidad lo somos. Nos independizamos de Haití, no de la Metrópoli. Tenemos tres, no un padre de la patria, y  cuatro en algún momento de nuestra historia más oscura. Nuestro himno nacional es un canto épico, no de amor ni de exhortación al trabajo, y si nos fijamos bien en el alto de los pendones ondean lo que parecen dos banderas.

De acuerdo con  los documentos y testimonios conocidos sobre el tema, el rojo de la enseña nacional es bermellón y el azul el de ultramar. No debería haber pues lugar a confusiones sobre algo tan solemne como es el color de la bandera, el mayor de los símbolos de la patria. Sin embargo, hasta en las más importantes oficinas públicas, a veces en los mismos cuarteles militares y policiales y en determinados momentos en la propia sede del Congreso Nacional y en el  Palacio Nacional, asiento del Poder Ejecutivo, se observa el uso indiscriminado de otra tonalidad azul, mucho más oscuro, en los cuadrantes del emblema. Esta informalidad se cumple también, con insólita frecuencia, en actos públicos en donde asisten los más altos dignatarios de la nación, en muchas oportunidades hasta el presidente de la República.

La Suprema Corte de Justicia ha hecho un invaluable aporte a la divulgación de los símbolos patrios, incluyendo la bandera. Ha editado una agenda con ilustraciones muy pedagógicas acerca de esos valores. En esa agenda se hace énfasis en las características de la bandera, cosas estas que deberían ser de absoluta obligación. Es inaudito entonces que se permita en lugares y actos públicos izar una bandera con cuadrantes azules que no se corresponden con la tonalidad que corresponde a la enseña nacional. Se trata de un azul intensamente oscuro, que a distancia parece negro, y que en el argot del mundo de la moda se conoce como “navy”, color éste muy lúcido en trajes masculinos y en algunos vestidos femeninos, pero desagradable en la esquina superior izquierda y en el cuadrante inferior opuesto de la bandera dominicana.

 

Existen muchas instituciones oficiales responsables de velar por la preservación de los valores nacionales, tanto en el área civil como en la militar, y es en extremo curioso que este asunto no se haya ventilado y que ni siquiera provoque entusiasmo suficiente para una discusión que ayude a corregir dicha práctica. Se ha dado y se sigue dando la fantástica casualidad de que en un mismo acto o en un mismo lugar se ondeen banderas con los dos tipos de azules, sin que a nadie le moleste la diferencia, lo que pareciera indicar que ni siquiera en algo tan solemne como el uso de los emblemas patrios, los dominicanos tenemos un concepto de unidad.

 

Lo extraño es el grado de indiferencia que se observa. Cuando le comenté el caso a un profesional muy culto, se mostró fascinado por el objeto de mi preocupación. “Debes ser muy feliz”, me dijo.” Con el alza del dólar y la galopante inflación que nos agobia, me sorprende que tu inquietud sea el color de la bandera”. Yo le respondí:”Bueeeno, hasta aquí llegamos”.

 

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