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La deuda de Alvarito

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Alvarito es un personaje irreverente, ruidoso y, al mismo tiempo, enciclopédicamente culto y con memoria fotográfica, que durante la última década se ha convertido en el icono del programa radiofónico El Gobierno de la Mañana, propuesta con formato de conflicto que radia La Z-101 F.M.

Hoy, a los fines de los oyentes, ese espacio no resultaría tal si cada día él no repartiera entre los oyentes escupitajos, estrelladera de vasos y riñas muy violentas con sus compañeros de cabina, combinados a la perfección con términos considerados soeces, como: “hijo de puta”, “coño”, “comemierda”, “maricón”, “lesbiana”, “lambón”, “basura”, “analfabeto”, “ladrón”, “traicionero”, “cuernudo”, “a tu mujer le jiede el…”

Ese actor de voz alta, estalla en rabia y en ocasiones se ausenta lanzando improperios hasta en contra del dueño de la empresa. Grita que nadie ha leído millones de libros como él; por tanto, nadie es imprescindible como él. Y no bien se va, comienzan de inmediato los ruegos del público insultado para que vuelva. Y, entonces, él regresa orondo, enrostrando a los anestesiados su sapiencia y la pequeñez mental de sus acompañantes de locutorio.

Alvarito es el único capaz de ensalzar con gracia a funcionarios y empresarios, de antes y de ahora. Y hasta pedirles que le lleven pago por las loas. Pero también es el único que los sepulta, los abochorna sin parar, hasta que terminan a sus pies, pidiéndole perdón. Es un terror, aunque en el fondo lo critiquen… Es un fenómeno de la última década, sin antecedentes.

Muchas empresas e instituciones, públicas y privadas, montan costosos programas especiales desde sus oficinas, más por no oír la boca del procaz Alvarito que por la necesidad de publicidad en un programa de gran audiencia como el citado. Es que él y El Gobierno de la Mañana son lo mismo porque están atados por un cordón umbilical. Ambos se  colaron hasta el subconsciente del público por la tronera que abrió la baja inversión (y la irresponsabilidad) en la radio informativa tradicional.

Más allá, el dueño del personaje, Álvaro Arvelo hijo, es sin embargo un reconocido periodista, culto, versátil y conservador, con ejercicio reporteril y ejecutivo de cinco décadas, sobre todo en los medios impresos y radiofónicos nacionales. Pocos perceptores conocen  su cara de escribidor acucioso, incluidos muchísimos de los opinantes de los medios en todo el territorio nacional. Y ahí está el detalle…

Por las cuatro esquinas del país, en televisión, radio y hasta en los periódicos, tenemos una plaga de imitadores a pie juntillas del personaje Alvarito; mas no del periodista Álvaro Arvelo hijo, a quien desconocen. Y como la lectura ni la cultura general son el fuerte de esos “monos”, devienen en una caricatura penosa de la bulla, el insulto y la extorsión a políticos y empresarios.

Como, a la larga, todo el daño societal de esa corruptela mediática se le facturará al ideólogo del papel actoral, a él le sugiero, con todo el respeto, que al anochecer de su vida, con todo y achaques de sus dos cánceres, visite cada provincia y regale a los opinantes públicos charlas acerca del carácter vital de la lectura y la cultura general en el ejercicio de la comunicación, que es, para mí, su verdadera convicción.

El presidente Fernández o algún funcionario del Gobierno o algún empresario o la misma emisora, a través del Colegio de Periodistas, pueden patrocinar esta iniciativa a favor de la ética  y en contra de la improvisación, la perversión y el chantaje que ya son casi norma en el periodismo nacional.

Don Álvaro tiene que saber que su impacto como personaje Alvarito ha generado una deuda que sólo él puede pagar. Y llegó el momento de saldarla junto a quienes están en el deber de ayudar a este país a un reencuentro con su identidad. ¡Manos a la obra que las horas cuentan!

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