Por Tony Pérez
Quien ha viajado durante los últimos tres o cuatro años por la carretera Duarte, notaría que una compañía constructora al parecer se ha cogido con ella, como los dementes capitalinos, que se pasan la vida caminando para arriba y para abajo sobre los muros New Jersey de las avenidas, o por los laterales internos de túneles desatendidos y peligrosos, o sentados al filo de las barandas del abandonado puente Juan Bosch, sin noción del tiempo, con la mirada perdida en la distancia.
Sin reparar en el peligro que representan sus equipos pesados, se las pasa raspando pavimento, reciclando residuos y vaciando asfalto. Día tras día, mes tras mes, año tras año, no bien termina un tramito, cuando el anterior enseña sus cráteres; no bien coloca barreras metálicas de seguridad, cuando la anterior amanece retorcida, si no desaparece como por magia; cuando señaliza un tramo, en el otro apenas quedan huellas de pintura…
Parece que le tiene un desorbitado cariño o se ha obsesionado con ella. Tan aferrada está que, al ritmo que va, quizás termine en el siglo XXIII.
Pero más allá de amor, pasión o demencia, su accionar coincide con los trucos que aún usan obreros cuando el trabajo es pagado por día, sin importar resultados; siempre van a paso de tortuga, economizando energía, agotando el tiempo, porque, al final de la tarde, saben que comoquiera cobrarán su dinero. Allí, parece que terminar rápido no es buen negocio.
Hace tres años, el Ministerio de Obras Públicas anunció el inicio de los trabajos de rehabilitación de tal carretera, como parte del programa VIADOM 2010, cuya inversión general del proyecto –informó— supera los 470 millones de dólares. Según la institución estatal, será removido todo el asfalto dañado, serán saneados los tramos y asfaltada el área intervenida en los carriles derecho e izquierdo. Garantizó un asfaltado completo de los 127 kilómetros que van desde el 21 en la capital hasta el 148 a la entrada sur de Santiago de los Caballeros.
Conforme su propio anuncio, los trabajos iniciaron el 15 de octubre de 2009, con un cronograma de ejecución para el diseño y construcción de 36 meses a partir del inicio. Un frente de trabajadores con equipos pesados avanzaba en la ruta Santo Domingo-Santiago, con seis kilómetros saneados y dos completamente asfaltados, resaltó orondo el titular. Otro hacía lo propio desde la capital del norte. El VIADOM contempla construir, reconstruir, rehabilitar y mantener los 269 kilómetros de las vías más transitadas del país.
Han pasado los tres años (36 meses) del susodicho cronograma y la tortura sigue sin que nadie se sonroje. Nadie rinde cuentas sobre una obra presupuestada en 18 mil millones de pesos del erario (US$470MM a 40×1). Y 18 mil millones son todos los cuartos del mundo más veinte pesos, como dice el pueblo.
La compañía responsable de la obra luce enchivada, sin rumbo; mientras, la Duarte, de por sí endemoniada por su mal estado, su estrechez, los excesos de velocidad y la ausencia de autoridad vigilante, ahora sólo es ideal para suicidarse de una manera diferente: en un “accidente” de tránsito… o de una mala sangre.
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