Es necesaria una reforma para contrarrestar la mala alimentación, las enfermedades derivadas de ella, la alta dependencia de fármacos o medicamentos que conlleva, los excesivos gastos en servicios curativos de salud y las inhabilitaciones o muertes evitables.
La alimentación es inseparable de la salud.
La nutrición sana y adecuada, la buena alimentación, es garantía de salud física y mental, y de un sistema inmunológico fuerte. El ejercicio físico potencia sus efectos saludables
Mala alimentación implica defensa inmunológica baja, enfermedades, riesgos de muerte y muchos gastos evitables para el estado y las familias. A ella se agrega, para agravarlo todo, el sedentarismo y el estrés.
En nuestra sociedad la alimentación es mala por doble motivo:
1) El enorme déficit de nutrientes en lo que come y bebe el pueblo empobrecido y sectores de las capas medias.
2) La abundancia de comidas tóxicas y alimentos contaminados, afectados por abonos químicos, hormonas, pesticidas e insecticidas; preservativos dañinos, envases de metal y plástico contaminantes, antibióticos y productos transgénicos. Excesos de alcohol, sal, azúcar, grasas. frituras y abundantes carbohidratos procesados.
A esto se agrega la contaminación de playas, ríos, cañadas, piscinas, suelos y atmósfera; hacinamientos, viviendas vulnerables, centro de trabajo y de estudio sin condiciones de salubridad; ciudades cargadas de smog; medicaciones que prolongan la vida enferma y generan nuevas dolencias; la contaminación sónica y el estrés impuesto por exceso de trabajo y los altos costos de la vida, de los servicios de salud y el transporte, y los impactos del hacinamiento, las deudas y las precariedades cotidianas.
Todos esto factores son causas de diversos deterioros de la salud humana y no humana.
Somos una sociedad considerablemente enferma, con altos niveles de contaminación, que ingiere comidas y bebidas no saludables, y muchos productos contaminados o nocivos para la salud.
El 60 % de la población está en sobrepeso.
El 32 % es hipertensa.
El 12% sufre de diabetes.
El 3% padece de hepatitis.
El 38 % de las muertes es consecuencia de enfermedades cardiovasculares, principal causa de defunciones en el país.
Se han detectado 20 mil casos nuevos de cáncer.
Se han producido 380 muertes evitables por cada 100 mil habitantes.
La mortalidad infantil es de 22 casos por mil habitantes.
La mortalidad materna es de 107 por 100,000.
La tuberculosis registra 30 contagios por 100,000 habitante y 3,326 nuevos casos
El VIH-SIDA 45 por 100,000 habitantes.
Las infecciones respiratorias agudas-graves, a causa de virus y bacterias, abundan.
La malaria no se ha podido erradicar.
El dengue, la leptospirosis, el cólera, las enfermedades gastrointestinales, o son recurrentes o endémicas.
Abundan las enfermedades mentales y trastornos de personalidad desatendidas.
Así las cosas –además de todo lo que implica reformar salud, seguridad social y política de medicamentos- el modelo de alimentación y el modo de vida que predominan en el país y generan estos males, requiere de una reforma profunda que asuma la eliminación progresiva de agroquímicos y demás tóxicos, envases y aditivos preservantes inapropiados, hormonas y otros factores tóxicos, en la producción, distribución y conserva de los alimentos sólidos y líquidos.
Es necesario introducir variaciones en la alimentación que frenen los excesos de azúcar, grasas saturadas, sal, alcohol y bebidas gaseosas.
Junto a esta profilaxis, hay que garantizar agua y aire de calidad.
Estamos hablando de una reforma, que vía intenso y profusos procesos educativos, cambios en el modo de producción y ejecución de políticas públicas consistentes, impulse la producción y el consumo de alimentos orgánicos y un sistema de salud receptivo a todo lo que puede aportar la medicina alternativa basada en el arte y la ciencia de prevenir enfermedades y sanarse con la naturaleza. Un sistema nacional de salud que combine todas las diversas escuelas de la ciencia de la salud
En esta reforma, como en otras donde cuenta mucho la conciencia colectiva, es imprescindible poner el sistema educativo y la publicidad estatal a su servicio.
Esta es una reforma muy necesaria, pero considerablemente ignorada por la sociedad, porque su pertinencia ha sido tercamente ocultada por los poderes establecidos y por los dueños de los grandes negocios, que se aprovechan de esa realidad para desplegar la nociva racionalidad capitalista que suplanta las necesarias respuestas a las necesidades vitales de los seres humanos e imponen los intereses de la expansión y acumulación concentrada del capital. (Santo Domingo, RD // noticiassin.com)
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