Escribo unas memorias y me asombra ver cómo hace medio siglo éramos otra cosa. Un 61% de cuatro millones de dominicanos vivía en zonas rurales; hoy de once millones 79% habita en ciudades o pueblos. La agricultura era la principal actividad económica; no había turismo y poca minería.
La pobreza era visible de maneras más dramáticas, con campesinos descalzos y dependientes de burros para su transporte o sacar cosechas, pues no comenzaba la fatal importación masiva de motocicletas desde Oriente. Hoy los pobres están apiñados en zonas urbanas, creando una dinámica socioeconómica y política completamente diferente.
Quizás si algún joven pudiese ir hoy a ver cómo era nuestra República Dominicana, lo que más llamaría su atención es que podía recorrer gran parte del país sin encontrar ningún haitiano excepto en bateyes de colonias de caña de azúcar. Las demás labores agrícolas y de la construcción las realizaban dominicanos. No vería ninguna banca de apuestas ni las manifestaciones de incultura de narcotraficantes desvergonzados.
La economía se ha multiplicado casi por veinte, pero nos falta lograr que el crecimiento económico produzca mejores ciudadanos.