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Proceso de paz en Oriente Medio, del paréntesis a la parálisis

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Franja de Gaza.

JERUSALÉN.- La Administración estadounidense admitió el pasado martes de manera implícita el fracaso de la negociación directa que auspiciaba entre israelíes y palestinos, y que había llevado al proceso de paz de Oriente Medio del paréntesis a la parálisis.

La negociación impulsada por Washington había puesto fin al bloqueo en el diálogo por la ofensiva israelí de fines de 2008 y principios de 2009 en Gaza pero al poco de su inicio el pasado septiembre entró, y permanecía desde entonces, en punto muerto.

Tres semanas después del reinicio del proceso de paz, el líder palestino, Mahmud Abas, remitía a la Liga Árabe la decisión de proseguirlo o no, ante la reanudación por el israelí, Benjamin Netanyahu, de la expansión colonial en Cisjordania y Jerusalén Este.

Todas las negociaciones entre las partes en las dos últimas décadas habían corrido en paralelo a la construcción de viviendas para los colonos en los asentamientos judíos en esos dos territorios palestinos, bajo ocupación desde hace más de cuarenta años.

Abas había condicionado, no obstante, la nueva negociación a que Netanyahu pusiera freno de una vez a la expansión colonial.

Consultada por Abas, la Liga Árabe optó por dar un mes de margen a la administración estadounidense para desbloquear la situación; ese plazo se había cumplido, y había sido ampliamente rebasado, sin que hubiera indicio alguno de que el diálogo fuera a reactivarse.

La administración estadounidense apoyaba la postura Palestina de que se detenga la construcción en los asentamientos judíos.

Pero tras un intento de imponer al Gobierno israelí esa condición -lo que le había costado a Washington una grave crisis diplomática con Tel Aviv- la administración estadounidense había rebajado de forma notable su presión para forzar la mano a Israel.

Una presión que Washington rebajó aún más a partir de que la fortaleza política interna de la administración del presidente estadounidense, Barack Obama, se viera debilitada por las elecciones al Senado que se celebraron en Estados Unidos el pasado noviembre.

La última oferta de la administración estadounidense al Gobierno israelí era proporcionarle equipamiento militar y blindarle diplomáticamente en los foros internacionales a cambio de una moratoria de tres meses a la construcción en las colonias.

Netanyahu se mostró partidario de aceptar la propuesta pero circunscribiendo la moratoria únicamente a Cisjordania.

Y Abas hizo saber que la moratoria debía incluir Jerusalén Este, donde los palestinos exigen establecer la capital de su Estado.

La solución que defiende la moderada Autoridad Nacional Palestina (ANP) de Abas -y que cuenta con el respaldo de Estados Unidos y la práctica totalidad de la comunidad internacional-, es la creación de un Estado independiente palestino en las fronteras de 1967.

Esto es, un Estado independiente en Gaza, Cisjordania y Jerusalén Este, la fórmula que se ha barajado en todas las negociaciones, incluida el inmediatamente anterior y que habían protagonizado como interlocutores Abas y el predecesor de Netanyahu, Ehud Olmert.

Impulsado por el anterior presidente norteamericano, George W.Bush, el llamado proceso de Annapolis fue abortado por la ofensiva israelí en Gaza aunque para entonces -tanto de acuerdo con Olmert como con el entorno de Abas-, había logrado avances sustanciales.

Eso es lo que había venido a reiterar Olmert en un reciente encuentro en Jerusalén con la prensa extranjera, a la que aseguró que poco antes de colapsar el proceso de Annapolis presentó a Abas por escrito una propuesta para la creación de un Estado palestino.

Según Olmert, la propuesta era la creación de un Estado en Gaza, Cisjordania y Jerusalén Este, y resolver el asunto de los refugiados, otro escollo principal, con la posibilidad de que regresaran algunos y el resto recibiera una compensación económica.

La novedad fue la solución para los Lugares Santos de Jerusalén, -nudo gordiano del conflicto-, incluida en la propuesta; que fueran controlados conjuntamente por Israel, Estados Unidos, la ANP, Egipto y Jordania, como representantes de la comunidad internacional.

Olmert atribuyó a Abas indecisión en la respuesta -«nunca dijo que no pero tampoco nunca dijo que si», en palabras del ex líder israelí-, pero responsabilizó a continuación a Netanyahu de no haber sido capaz de avanzar en la negociación puesta en marcha por Obama.

El problema es que, además de ocupar posiciones ideológicas mas conservadoras que Olmert, Netanyahu depende para su mantenimiento en la jefatura del Gobierno de la mayoría parlamentaria más extremista e intransigente en las seis décadas de existencia del Estado judío.

Y cualquier cesión a los palestinos acarrearía la caída de esa mayoría y, personalmente a Netanyahu, la pérdida del poder.

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