La inversión de US$2,000 millones por el Gobierno y US$1,200 por empresarios anunciada por el presidente Abinader para un sistema integrado de transporte es una excelente noticia. Tranvía, más líneas del Teleférico, expansión del Metro, un tren a San Cristóbal, terminales para autobuses y otras obras; sin dudas tendrán un positivo impacto en el actual caos del tránsito.
Sin embargo, sin tirar un jabón al sancocho, estas esperadas mejoras no servirán sin combatir la causa raíz del congestionamiento y pésimo transporte público. Esta es la contemporización con mafias de transportistas o falsos sindicatos, que reclaman rutas o territorios como exclusivamente suyos, corrompen autoridades municipales y policiales, recurren a acciones violentas con impunidad comprada y aterrorizan a eventuales competidores.
Por las libertades de empresa, de transporte, de tránsito y la salud de la democracia, urge controlar con macana legal a los transportistas mafiosos para que cualquier nuevo intento gubernamental o empresarial tenga alguna posibilidad de éxito. Si todo cambia para seguir igual, aumentarán la frustración de pasajeros y los caóticos tapones, contrario al éxito que merece lo anunciado por el presidente Abinader.