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Santiago: "Por una mejor nación"

Enfoque

Entre 1978 y 1986 dos prominentes hombres de Santiago, don Antonio Guzmán Fernández y Salvador Jorge Blanco, ocuparon la presidencia de la República –en sucesión a los 12 años de gestión del letrado hijo de Navarrete, Joaquín Balaguer, quien goloso de poder añadiría luego otros 10-, resaltándose aún más la preeminencia de esta ciudad en la vida política del país.

José del Castillo Pichardo
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Hace 20 años escribí: «Conocí Santiago de la mano de Juan isidro Jimenes Grullón, a quien acompañaba siendo yo un adolescente en sus visitas a la ciudad corazón, con motivo de sus actividades proselitistas a principios de la década del 60. Gracias a él, en la casa de Filomena Amelia Grullón Rodríguez Objío –cariñosamente Mamaña, viuda del eminente médico y pintor Dr. Arturo Grullón-, me encontré con mi familia santiaguera. Los descendientes de mi bisabuelo Manuel Rodríguez Objío, padre de mi abuela paterna Dolores Rodríguez Reyes.

En esos recorridos, tras saludar a familiares y hacer una pausa en las residencias de los dirigentes de la Alianza Social Demócrata (ASD), Pedro Fadul y el doctor Gustavo Vincent, era de rigor pasar por la Casa León Jimenes, donde Juan Isidro era afectuosamente atencionado por Eduardo León Asensio o en su defecto por su hermano Fernando. Jimenes Grullón era un apasionado fumador de cigarros La Aurora, que disfrutaba con deleite, junto a una aromática taza de café.

Tras mi retorno de Chile, en los años 70, Santiago se había convertido en el centro de un intenso quehacer empresarial e intelectual. La Universidad Católica Madre y Maestra (UCMM) y la Asociación Pro Desarrollo Inc. (APEDI), oficiaban como dínamos de un encomiable esfuerzo por estructurar una agenda nacional de desarrollo. Agradezco a Jimmy Pastoriza, Víctor Espaillat Mera, Luis Crouch Bogaert, Agripino Núñez Collado, Frank Moya Pons, Carlos Dobal, José Luis Alemán, Danilo de los Santos, Adriano Miguel Tejada, Víctor Brens, Emmanuel Castillo, Gustavo Vega, Valentina Peguero, Dinorah Polanco, Elbita Franco y Rafael Emilio Yunén, entre otros buenos amigos, las frecuentes invitaciones a participar en múltiples seminarios y paneles sobre estrategias de desarrollo, integración económica, relaciones con Haití, democracia y corrupción.

Mientras la UCMM y la APEDI motorizaban estas acciones, la empresa León Jimenes desarrollaba una importante labor de mecenazgo cultural con la realización de los concursos de artes plásticas. Mis amigos Domingo Liz, Cándido Bidó, Guillo Pérez, Souci de Pellerano, Jorge Severino, Aquiles Azar, Ada Balcácer, Danicel, entre otros jóvenes talentos, se llevaban las palmas de este evento que pronto se consagraría como la más trascendente iniciativa privada en el campo de las artes.

Otra empresa de Santiago, la Compañía Anónima Tabacalera, bajo el liderazgo dinámico de Chino Almonte y con la asistencia publicitaria de Retho (René del Risco y José Augusto Thomén, con el tándem televisivo nucleado por Freddy Beras y Yaqui Núñez) promovía diversas manifestaciones artísticas y musicales. En tanto Popy Bermúdez, desde la Casa Bermúdez, patrocinaba las artes populares y las mejores tradiciones santiagueras como el Carnaval y el Museo Folklórico de Tomás Morel. A solicitud de Freddy Ginebra, colaboré en el proyecto del Museo del Tabaco, auspiciado por la Tabacalera, a cargo de la museógrafa Patricia Reid Baquero.

Era un Santiago ebulliciente y ejemplar, que nos indicaba a los dominicanos que más allá de las diferencias políticas y la acidez del debate aldeano, había una patria que preservar y construir, existía un futuro de desarrollo mejor. Frutos generosos de este espíritu progresista fueron el Banco Popular Dominicano, la Asociación Cibao de Ahorros y Préstamos, el Instituto Superior de Agricultura (ISA), y la UCMM. Algunas de las magníficas iniciativas de los hijos del Yaque en aporte a la consecución de ese propósito.

Entre 1978 y 1986 dos prominentes hombres de Santiago, don Antonio Guzmán Fernández y Salvador Jorge Blanco, ocuparon la presidencia de la República –en sucesión a los 12 años de gestión del letrado hijo de Navarrete, Joaquín Balaguer, quien goloso de poder añadiría luego otros 10-, resaltándose aún más la preeminencia de esta ciudad en la vida política del país.

Entonces el movimiento tendió a invertirse. Una buena parte de los santiagueros destacados abrió segunda casa o se estableció definitivamente en la capital, para involucrarse en tareas de conducción nacional. La UCMM -ya convertida en Pontificia- inauguró su Recinto Santo Tomás de Aquino en la que fuera sede del Seminario Pontificio homónimo, a la vera de la vieja vía de tierra colorada Fabré Geffrard, ahora rebautizada Abraham Lincoln.

Esta migración de santiagueros a Santo Domingo, para involucrarse en la política nacional o en proyectos de negocios con base en la capital, al tiempo que benefició al país, le restó cierto imán a Santiago. Más tarde, en los 90, una nueva camada de jóvenes empresarios como Félix García, los hermanos Jean, Mauricio y Raymundo Haché, Fernando Capellán, Ángel del Rosario Viñas, José Clase, Carlos Fondeur, Miguel Lama, Hendrick Kelner, Manuel Estrella, impulsaría iniciativas claves en las zonas francas, la exportación de cigarros Premium, la industria local y los servicios.

Por su parte, la familia León -ya exitosa en la producción de cigarros y de cigarrillos en asociación con Philip Morris- lanzó en Las Caobas su innovador proyecto de la Cervecería Bohemia, con una cerveza de extraordinaria calidad que en poco tiempo ganó un importante segmento del mercado, dominado por Presidente. La compra de la CND y su marca líder por parte del grupo León Jimenes, consolidaría su presencia en este mercado de consumo masivo, agregándole marcas como Heineken -la cerveza de exportación de mayor venta en el mundo- y Miller, la segunda en preferencia en el mercado norteamericano. Y más reciente, Ámbar, un producto que merece saborearse.

Con la inauguración del Centro Cultural Eduardo León Jimenes, el pasado viernes 3 de octubre 2003, ante la presencia de una nutrida representación del mundo empresarial y cultural de la nación, se conmemoró un centenario de vigencia fecunda de esta gran familia que ha ejercido un liderazgo revitalizador en la vida dominicana.

José León Asensio -con emotivas y acertadas palabras en el discurso inaugural- nos llegó al hondón del alma, al resaltar lo que ha sido el mayor aporte de su familia al desarrollo empresarial y cultural del país, que yo diría también moral. Los valores destacados por José fueron el trabajo tesonero y honrado, la unidad familiar, la vocación de servicio a la comunidad, la distribución de beneficios al personal y el respeto a los demás -señal inequívoca de ejercicio pluralista.

Estos valores han cimentado una tradición familiar y empresarial que hoy cobra mayor significación modélica en un contexto de adversidades que erosionan la confianza ciudadana, a raíz de la traumática crisis financiera generada por la quiebra de varios bancos relevantes. Nueva vez Santiago traza rutas al país en el hablar sencillo de José León Asensio. Volver la mirada a los principios que han inspirado el trayecto edificante de una noble tradición centenaria. Ese es el mensaje.»

Durante los últimos 20 años seguidos a la publicación de este artículo en el matutino Hoy (9/10/2003), la «verde región de la palma, del café y del cacao» -como le cantara embriagado por su encanto natural el trovador de las mil noches de bohemia prodigiosa Juan Lockward- me ha gratificado con experiencias que valen mención. La misma tarde inaugural del Centro, el talento orquestador de Nandy Rivas presentó 100 Temas, 100 Voces y 100 Años, una producción antológica de la canción dominicana fraguada con arreglos innovadores.

Desde entonces, el Centro León se ha convertido en verdadero panal de miel cultural de alcance nacional y regional caribeño, al realizar los encuentros de Música e Identidad del Caribe, con el concurso organizativo de Darío Tejeda y el Ministerio de Cultura, trazando pautas en el balance y debate del merengue, el bolero, el son y la salsa, el jazz latino, la bachata, el folklore y la trova. Reuniendo a especialistas en el estudio de estos géneros musicales y a sus intérpretes, cuyas memorias han sido recogidas en volúmenes impresos.

La colección Centenario de ELJ ha lanzado libros fundamentales, como los 8 volúmenes de la monumental Memoria de la Pintura Dominicana del artista e historiador Danilo de los Santos, los 2 tomos de Historia de la Fotografía Dominicana, de Jeannette Miller, Huella y Memoria de José Alcántara e Ida Hernández Caamaño, Cómo hablamos los dominicanos, de Orlando Alba, Arquitectura Dominicana, de Gustavo Moré, y Trayectoria del Merengue Folklórico, de Rafael Chaljub Mejía. Asimismo, José Chez y Mu-kien Sang aportaron 3 volúmenes de El Tabaco y Roberto Cassá su Historia de la Cerveza, junto a los 6 tomos de La Naturaleza Dominicana de Félix Servio Ducoudray. Domingo Batista, Pasión por la luz, Alex Martínez y Rab Messina, Jaragua no cae, y María José Rincón, Indigenismos Antillanos.

Sus salas de exposiciones temporales han acogido la obra pictórica de nuestros grandes maestros: Yoryi Morel, Peña Defilló, Ada Balcácer, Elsa Núñez, Danicel, Oscar de la Renta, Fernando Varela, Jorge Pineda, Nadal Walcot. Y de figuras geniales como Dalí y Miró. Fotografías de Wifredo García, Domingo Batista, Apeco, Bernard Diederich, Herminio Alberti. Muestras sobre Carnaval, Beisbol, Culto Altagraciano, Esclavitud y Aporte Africano, Arte Taíno, la Frontera. Homenajes a compositores románticos como Moisés Zouain y trovadores, tal la Espiga de Ébano Rafael Colón, en los cuales he sido expositor motivado, al igual que en los cónclaves sobre el merengue, el bolero y el jazz latino. Remembranzas de la estampa luminosa de Juan Antonio Alix, el Cantor del Yaque, Juan Bosch y René del Risco.

Podría decirse que este ente ensamblado por Rafael Emilio Yunén Zouain con respaldo de la familia León Asensio y un equipo profesional integrado por Sarah Hermann, Pedro José Vega, Luis Felipe Rodríguez, Ma. Luisa Asilis, Ma. Elena Aguayo, Carlos Andújar, al frente el talento de las hermanas Lidia y María Amalia León Cabral, ha llenado con amplitud de miras y dinamismo entusiasta las falencias crónicas de nuestros museos estatales. Aletargados por la desidia oficial ante el valor clave del componente cultural en las políticas públicas. Honrando así el lema insignia de la Fundación E. León Jimenes: «Por una mejor nación».

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