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Un kilómetro muy caro

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El lenguaje de los gestos es muchas veces más expresivo que el de las palabras. Por ejemplo, hay un lenguaje universal para solicitar transporte gratuito en las carreteras. Generalmente el solicitante extiende el brazo con el puño cerrado y el dedo pulgar levantado. En República Dominicana le llamamos pedir bola, pero a lo largo de los países de habla hispana los nombres para esta acción son, sorprendentemente, diversos. También le llaman pedir pon, jalón o cola, tirar dedo, hacer ambulancia, autostop, aventón, raid y botella. Nombres diferentes para una misma acción aunque todos coinciden en un detalle: el beneficiario del servicio gratuito no le importa saber cuánto cuesta al conductor cada kilómetro de recorrido. Tratemos aquí de que se enteren de cuánto cuesta la inflación de los productos vinculados al transporte.

Hagamos excepción de los propietarios de vehículos de alto consumo. Ellos no son afectados por los gastos, como no sufren por el aumento de precio del champagne. El que compra ese tipo de vehículos nunca piensa en economía o ahorro. Para ellos, sus jeepetas de seis y ocho cilindros pueden rendir un galón por kilómetro y sus fortunas no se verán afectadas. Menos aún si son funcionarios a quienes el gobierno les da cuanta gasolina necesiten para hacer nada. Si algún análisis de costo por kilómetro recorrido interesa es a aquellos que tienen pequeños automóviles que les sirven para cubrir las deficiencias de una equivocada política nacional de transporte de pasajeros.

Muchos dueños de vehículos no saben cuánto les cuesta cada kilómetro que recorren. La mayoría sólo toma en cuenta el precio de la gasolina o el gasoil, olvidando otros factores importantes. Basemos el análisis de costo en un automóvil pequeño que recorra  un promedio de sesenta kilómetros diarios, más de veinte mil kilómetros al año. Debido a que la gasolina que se vende en este país parece no tener exigencias de un octanaje mínimo, los rendimientos de ese vehículo difícilmente llegan a 25 kilómetros por galón. Un imponderable que no puede descartarse para este análisis es si las cantidades que sirven los distribuidores coinciden con las que paga el cliente. Habituales son las denuncias de que los “bomberos” nunca dan la cantidad completa y muchas veces mezclan gasolina con gasoil con lo que el rendimiento disminuye sensiblemente. Además, la circulación por las calles de la capital dominicana con tapones de tránsito a toda hora, hace que el consumo sea muy alto. Esto quiere decir que, en combustible solamente, el propietario gasta más de RD$500 diarios o lo que es lo mismo cerca de RD$8 por kilómetro.

Muy poca gente se ocupa de controlar cuánto gasta en neumáticos. La sustitución de éstos es tan ocasional, que sólo alguien que lleve rígidamente su contabilidad podría detectar que el gasto diario en este renglón es de, aproximadamente, treinta pesos. Conspira contra la economía de todos los vehículos que las estaciones de servicio hayan suspendido el abastecimiento de aire a presión para los neumáticos, provocando con esto que se reduzca la eficiencia del combustible y se aumente el desgaste de las gomas.

Pero donde la puerca retuerce el rabo es cuando analizamos cuánto cuesta el uso del vehículo, vale decir, lo que se paga al comprarlo, dividido por la cantidad de kilómetros recorridos. Este es un renglón importante al momento de analizar el costo real de desplazamiento. Un automóvil sencillo que haya costado US$20,000, equivalentes a RD$760,000, si se le suponen 100,000 kilómetros de vida útil, equivale a un gasto por kilómetro de casi RD$8.00.

Si se suman entonces los gastos de mantenimiento, limpieza y reparación, aparte de los impuestos de placa, seguro y los intereses de la deuda bancaria, llegaría a otros RD$4 por kilómetro recorrido.

Así las cosas, entre RD$8 de combustible, RD$1 de neumáticos, RD$8 del valor del vehículo y RD$4 de reparación, mantenimiento y otros, descubrimos que por cada kilómetro que recorremos, el vehículo más sencillo consume RD$21. Esto obliga al que vive en base a un sueldo, a convertirse en preciso planificador de sus movimientos ya que es un prisionero de los gobernantes  que se resisten a resolver los problemas del tránsito mientras gastan miles de millones en obras deficientes.

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