Desde mi balcón frente a un arbolado parque al que bordea un río, en una tranquila ciudad universitaria de Nueva Inglaterra, las noticias dominicanas lucen a veces incomprensibles. Ayer me referí a la inexplicable contemporización de las autoridades con las mafias del transporte. Hoy recibo mensajes, llamadas y correos electrónicos de amigos asombrados ante lo que consideran una locura o un equívoco, si no una traición al espíritu de decencia que ha motivado el gran apoyo que disfruta el presidente Abinader. Por whatsapp me dice un sabio, “se fajó, es merecido el nombramiento, según el modelo político criollo”. Otro igualmente sagaz me recrimina: “¿cómo defiendes como serio, competente y bien intencionado, a quien designa a alguien notorio por carecer de elementales atributos éticos?”. Respondí que para esa carencia, deben poseerse fundamentos morales indispensables para operar en cualquier marco ético o deontológico, aun sea la muy fluida política partidista dominicana. Cada día más, me apena ver que el criterio y la sindéresis parecen extinguidas en la política dominicana. Porfiadamente sigo confiando en la bondad de Luis. Ya veremos si tanta gente realmente decente está equivocada.