Dicen que criar a los hijos es un acto de amor, que un padre siempre querrá lo mejor para sus hijos y agotará todos los recursos de los que se pueda valer para brindárselo. Quizás porque aun no me ha tocado tener hijos propios, pero para mi es imposible no sentirme en una inmensa deuda con ellos por todo lo que me han dado y por todo lo que he aprendido de ellos. Aunque este gire en torno a las madres, lo cierto es que las mujeres no seríamos capaces de explorar nuestra feminidad si no fuese por la guía de nuestros compañeros espirituales. A continuación, un escrito que hice hace años atrás, pero que no deja de tomar más sentido para mí en cada día que pasa.
Mis padres me han enseñado a tener fé, la cual me ha guiado por muchos buenos caminos y también me ha socorrido en los momentos que he tomado decisiones equivocadas. Tener unos padres que celebran mis triunfos y me acompañan en momentos de angustia es la prueba fehaciente de que la gracia y el tiempo de Dios son perfectos.
Mis padres me han enseñado que existen tiempos difíciles y no hay mejor escuela que esos tiempos. Esto ha sido una gran lección en ser paciente y tolerante porque jamás una relación será impecable nisiquiera entre familiares, ni entre amigos, ni entre parejas. He aprendido a aceptar con humildad los defectos que tienen los demás y a intentar siempre remendar los míos para hacer del tiempo que paso con las personas que aprecio un deleite total para ellos, porque creo que dos segundos de buen humor que sea capaz de brindar pueden darle un giro a un mal día. La humildad también me ha enseñado que no tengo ningún derecho sobre nadie de hacerlo víctima de mis propios problemas, lo cual quizás es egoísta conmigo misma porque me limita de pedir ayuda en momentos que quizás la necesite, pero por otro lado ha hecho que sea más feliz al darme cuenta de que aveces nos turbamos por nimiedades y eso es algo que no tiene sentido. Como seres humanos e hijos de Dios, debemos siempre tratar de sacar lo mejor en las otras personas, siempre y cuando eso no ponga en riesgo nuestra propia felicidad.
Gracias a mis padres, tengo tres seres humanos excepcionales de hermanos a quienes amo y admiro con todo lo que tengo. Mas que mi hermana, Mikaela es mi mejor amiga. Los paradigmas nos dicen que uno tiene que encontrar la compenetración máxima en «el amor de tu vida», pero como me hago si no hay nadie con quien puedo entenderme tan bien y expresarme tan libremente como con ella? Los mismos paradigmas nos dicen que el «amor de tu vida» tiene que ser el hombre que elijas como pareja. Que pena que tanta gente se deje engañar tan fácilmente, porque si me preguntaran a mi, les diría que no siempre es cierto. Antes de abandonar nuestros hogares y formar nuestras familias, nos criamos rodeados del amor de nuestros padres y hermanos. Yo he sido doblemente bendecida porque tengo dos: uno que me incita a sacar lo más cariños de mi ser porque es el menor y otro, el mayor, capaz de asumir a veces el papel de hermano, otras de amigo y otras tantas hasta de segundo papá y consejero.
Como Dios siempre me responde cuando le pido que siga llenando mi vida de bendiciones, me mandó con Titi a una cuñada tan alegre y extrovertida todas las mujeres de mi casa y dos sobrinos que no hacen más que hacer que mi corazón explote de alegría cada vez que los veo. Gracias, Dios, porque mis padres son la base de esta familia y me has enseñado exactamente que buscar el día que forme la mía.
Si no fuera por mis padres, no sabría la importancia de darle calor a la familia. Pero más allá de eso, la de saber que a veces también tenemos derecho a elegir nuestra familia, porque «familia» no es solo un vínculo genealógico. Familia es quien te brinda apoyo incondicional, en quien puedes confiar ciegamente, quien hace que tus días sean más felices y sin quien, probablemente, la vida sería menos amena. Para hacer corto el cuento, todo el mundo debería tener una Gloria en su hogar.
Gracias a mis padres, que siempre han querido que tenga una formación académica privilegiada, me he tropezado con miles de oportunidades increíbles no solo en lo académico, sino en la vida en general no sé si por causalidad o casualidad. Gracias porque me transmiten la madurez, la agudeza y el discernimiento necesario para tomar decisiones segura de mi misma y saber como reivindicarme tras mis tropiezos.
Gracias por enseñarme el valor del trabajo arduo y continuo, que si bien me provee con los medios para suplir necesidades o disfrutes materiales, me dignifica y me hace crecer porque me expone a interactuar con personas de excepcional calidad humana y profesional de quienes aprendo día a día, lo cual contribuye a mi crecimiento personal y profesional también.
Gracias, Dios, por enseñarme a través de mis padres la lección de encontrar felicidad en las cosas pequeñas; en un chiste entre mis hermanos, en una canción que me guste escuchar, en un momento de reflexión contigo. Gracias porque esa misma capacidad de encontrar felicidad en lo usual y en lo cotidiano me hace ser una persona llena de gozo y de alegría, la cual quisiera contagiar siempre entre todos aquellos que me rodean. Gracias porque esa misma capacidad me hace ser desapegada de los bienes materiales y de los placeres banales; que si bien nunca estamos libres, como humanos que somos, de tentarnos por ellos, no siento que su abundancia o ausencia me definen. Gracias, Dios, por enseñarme que siempre que podamos encontrar felicidad en las cosas pequeñas, nada turbará nuestra paz y nuestra alma se sentirá siempre plena.
Gracias Papa Dios, por darme a dos personas tan auténticas como padres; dos personas con tan poco miedo a romper esquemas y tan poco pendientes a la opinión de los demás. Tener carácter no significa tener que dejar a un lado la nobleza, todo lo contrario: la nobleza y la honestidad son los principales motores para tener el carácter necesario para luchar por lo que uno quiere y lo que cree justo. No hay biografía de ningún héroe que pueda leer, ni cuentos sobre ningún mártir que pueda escuchar, que me haga sentir una admiración tan grande como la que siento por mis padres.
Con ellos y Dios de mi lado, quién contra mi?
Recomendación de la semana: Canción «The Departure» de Max Richter
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