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A cuidarse!!!: El riesgo de suicidio aumenta después de un infarto cardíaco

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Infarto cardíaco

Las personas son más propensas a suicidarse después de sufrir un infarto cardíaco, y algunas lo serían más que otras.

Inmediatamente después de un infarto, el riesgo de suicidio aumenta significativamente en las personas con antecedentes de enfermedad mental. Esos pacientes son 60 veces más propensos a suicidarse que aquellos que no sufrieron el infarto o una enfermedad mental.

Aun en pacientes sin antecedentes mentales, el riesgo de suicidarse se triplica el mes posterior al infarto y se mantiene tan elevado durante por lo menos cinco años tanto en hombres como en mujeres de todos los niveles socioeconómicos.

Esto surge de datos nacionales de Dinamarca publicados en la revista Circulation y no sorprende a los investigadores, según la autora principal de un nuevo estudio, doctora Karen Kjaer Larsen, de la Universidad de Aarhus.

«Muchos pacientes (con infarto) sufren ansiedad y depresión. Nuestro estudio demuestra que la angustia mental (que causa el infarto) en algunas personas es tan fuerte que se suicidan», explicó Larsen.

Por eso, la autora sugiere que los programas de rehabilitación para pacientes que sufren un infarto deberían tener en cuenta la salud mental y física. Además, insta a los médicos a controlar la ansiedad, la depresión y los pensamientos suicidas en sus pacientes.

También es importante asegurarse de que los pacientes reciban contención social después de una experiencia potencialmente fatal.

«Antes de darle el alta a los pacientes, hay que asegurarse de que cuentan con una red de seguridad y saben a dónde ir o a quién llamar si sienten tristeza súbita y no pueden superarla», dijo Larsen.

El equipo de Larsen examinó datos poblacionales de Dinamarca reunidos entre 1981 y el 2006. Identificó a casi 20.000 personas que se habían suicidado y comparó sus datos con los de unas 200.000 personas vivas (grupo de control).

Más del 4 por ciento de los suicidas había sufrido un infarto, a diferencia de menos del 3 por ciento del grupo control.

El riesgo de suicidio alcanzó su nivel máximo el mes posterior al alta hospitalaria. El riesgo era también especialmente alto en los pacientes con antecedentes psiquiátricos (internación previa en un hospital psiquiátrico o una clínica de atención ambulatoria), y en los menores de 60 años al momento del infarto cardíaco.

Ese mayor riesgo en los más jóvenes también tiene sentido, opinó Larsen.

«Dado que los factores de riesgo de suicidio son menos comunes en los jóvenes, el riesgo relativo de contar con un solo factor de riesgo tienden a aumentar», señaló la experta.

Los autores no mencionan el riesgo real de suicidio en los que habían sufrido un infarto. De todos modos, la tasa de suicidio en la población de Estados Unidos es bastante baja (35.000 por año en 300 millones de personas). Más de 1 millón sufre un infarto cada año.

El doctor Redford Williams, del Centro Médico de la Duke University, que escribió un editorial sobre el estudio, coincidió con los resultados.

«Todo estresor grave de la vida, y un infarto lo es, puede precipitar una reacción depresiva, en especial en personas con cierta predisposición, ya sea genética, por una exposición previa a estresores graves, o ambas, a desarrollar depresión», dijo Williams.

El especialista agregó que respalda la recomendación de la Asociación Estadounidense del Corazón de controlar la depresión en todos los pacientes que sufrieron un infarto, pero advirtió que aún se desconoce si tratar ese trastorno mejorará la salud mental o física del paciente.

Williams dijo que se necesita un estudio que evalúe si los antidepresivos y otras intervenciones ayudan a esos pacientes, «de modo que podamos recomendar intervenciones con la confianza de que reducirán la depresión, la recurrencia de los problemas cardíacos y, eventualmente, los suicidios».

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